En la madrugada de la final, final, tuve que irme para urgencias porque sufrí un ataque de pánico o ansiedad que no pude controlar.
Creí que me estaba dando un infarto de tanto pensar en el partido de la final y de que podíamos salir campeones después de una eternidad de sufrimiento, pero era una falsa alarma, en urgencias me demoraron, como siempre pasa; me hicieron un electro y el corazón estaba perfecto, me aplicaron un relajante muscular y me mandaron para la casa.
Después de superar la crisis de ansiedad me quedé dormido, pero a las ocho de la mañana ya estaba desayunando con la misma energía con la que el doctor Uribe quiere destrozar los acuerdos de paz. Luego me bañé y me puse la camiseta de mi equipo amado, del campeón de la Liga Águila del año.
Cogí los periódicos nacionales y me fui de una a leer la sección de deportes, leí todos los reportajes de la final, las probabilidades, las entrevistas a los expertos, a los jugadores, leí todo por ahí 3 veces.
Después esperé viendo las redes sociales, amigos con la camiseta, con banderas, alistándose para arrancar para el estadio, vi también videos y los goles de la primera final que ganamos de visitantes.
Mientras hacia eso me comí todas las uñas de mis manos, me comí las uñas de los pies y casi me le como también las uñas a Siri, mi gata.
Me fui a almorzar contento, me comí todo, rápido; nos alistamos y arrancamos para el estadio porque el partido empezaba a las 3:30 p.m.
Bajamos por Providencia a la carrera 19 y en mediaciones del Coliseo del Café nos encontramos con un trancón verde, de un mar de banderas quindianas.
Me senté frente a la ventana a ponerle otra ola más al mar verde, la caravana bajó por toda la 19 hasta el Centenario y ahí a pocas cuadras del estadio, nos entramos a mar abierto; y se picó, y las olas subían y bajaban y nos ahogamos de felicidad, nos hundimos todos allí, en lágrimas de orgullo, porque nuestro Deportes Quindío estaba a 90 minutos de coronarse campeón.
Todo esto que escribí acá arriba me lo imaginé ayer domingo por la tarde, mientras pasaba por el estadio el Campín de Bogotá y veía por la ventanilla del carro en el que iba a los alegres hinchas de Santa Fe corriendo para ver a su equipo coronarse campeón.