Por Juliana Giraldo Vélez
En los últimos meses hemos visto el sufrimiento de nuestros campesinos para poder vender sus frutas y verduras. Hoy nos reunimos entre todos para poder comprar los bultos de papa que se encuentran en la carretera del país. Entre vecinos nos hemos puesto de acuerdo para comprar un bulto entre dos o tres personas. Es evidente que esa indiferencia hacia nuestros campesinos está cambiando y mucho más ahora en estos tiempos tan difíciles para todos.
Es momento de ser creativos con las cosechas que salen después de mucho tiempo para ser cocinadas. De ser agradecidos con nuestras papas ¿por qué no? Como lo dice Mina Holland “Hemos confiado en la humilde capacidad del tubérculo para darnos de comer por un precio módico, aunque tal vez no le hayamos dado el amor que merecería”. Y es verdad que el amor que le damos a este tubérculo es como si diéramos por hecho que la papa siempre va a estar ahí para nosotros.
Escritoras como Virginia Woolf hablaba de la “trinidad hogareña”, papas, verduras y carne. Esa trinidad la vemos en nuestras casas, dentro de nuestros guisos y albóndigas, que aunque pareciera que la carne fuera lo más importante en estos tiempos, la papa ha cobrado reconocimiento, porque se ha vuelto símbolo de solidaridad con nuestros campesinos. Así la historia de la papa y de nuestros campesinos empieza a ser visible en nuestros platos dentro de los hogares de todo el país.
De seguro todos tenemos una receta con papa que nos encante. Porque el almidón, la suavidad, la crocancia y el dulzor de una papa de alguna u otra manera logra conectarnos desde las fibras. La papa tiene algo que quizás sea importante reconocer, de esos alimentos que nos llenan de nostalgia, que nos hace sentir mejor y hasta quizás nos reconecte con nosotros mismos. Como las sopas de la abuela, el puré de papa, las papas chorriadas, la papa en chupe, la ensalada de papa entre otras tantas preparaciones de los hogares colombianos.
Hoy vale la pena reconocer nuestras papas y cuando pensemos en ellas en las manos que la han cultivado. Porque podemos hablar de recetas y sabores, pero no habría nada de eso sin el amor de los campesinos por nuestras tierras y ahora es nuestro turno de devolverles ese amor y dedicación. El campo nos ha necesitado siempre y ahora más que nunca.