Juliana Giraldo Vélez
Empezamos un nuevo año y como un ciclo, todo fin vuelve a un comienzo. Aunque el 2020 fue un año fuera de lo normal, esta sacudida, nos devolvió el sentido de la gratitud y de lo humano. Aprendimos a sufrir con nuestros vecinos y salir adelante en la adversidad. Nadie, en ningún continente, salió ileso de los grandes aprendizajes que dejó el año. Entre esos volver a rescatar el sentido de la cocina en las casas.
Volvimos a las estufas, al horno, a los sartenes, los cuchillos y porque no hasta la freidora de aire (que ahora es la consentida de muchas casas). Este retomar fue solo un viaje a la memoria de lo que todos los seres humanos hemos hecho por siglos, cocinar. Lo hacemos por necesidad y por placer, pero la vida que llevábamos corriendo, dejó a un lado esa necesidad de alimentarnos bien y de disfrutar la comida. Pensando en la estructura de una casa, podría atreverme a decir, que las cocinas son el centro de unión de un hogar, es el espacio donde se atraviesan las personas, es ese cruce importante antes de llegar a la siguiente parada.
Las cocinas nos enseñaron este año 2020 a ponernos a prueba con nosotros mismos, a preguntar entre la familia y los amigos las recetas de la casa para volver a ese sabor de hogar. Todos tenemos alguna anécdota en torno a la comida, algunos se engordaron, otros adelgazaron, unos aprendieron a cocinar, otros a delegar la cocinada, pero todos participamos por un bien en común.
Muchos colombianos somos indiferentes al sufrimiento que se vive en otras regiones y hasta en nuestros propios hogares. Hemos sido un país fragmentado en millones de pedazos que ha dejado la violencia que hemos vivido, hasta nos habíamos vuelto indiferentes a las necesidades del otro, pero la pandemia nos volvió a traer al comienzo. A romper la membrana que nos separa, a ponernos en los zapatos de un desconocido, hacer donaciones de comida, cocinar para los enfermos, comprar papa en la carretera, celebrar los cumpleaños en casa y partir el ponqué con los que estuvieran ahí en casa.
Este nuevo año es simplemente perfecto porque abrimos los ojos a una realidad que reconocemos como nuestra. Hoy, 3 de enero debemos declarar un año próspero para todos, sin excepción alguna. Hemos encontrado un eje en común para volver a unir nuestras familias y nuestro país. Este eje son nuestras cocinas, que han sido desempolvadas para volver a reunir a los amigos, vecinos, familiares y porque no también a los desconocidos. La comida nos ha enseñado a ser ese hilo que va tejer la memoria de nuestros hogares y por ende de nuestras vidas.