Olimpíadas del cansancio

31 julio 2021 12:07 am

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Por Jacobo Giraldo Bedoya

Se renueva la historia del fuego. La llama arde durante innúmeros años y los hombres bailamos, gritamos, cantamos hasta el cansancio, en su torno. Las Olimpíadas se inauguran y un espíritu viejo se confunde con lo nuevo. He aquí el fuego de siempre, he aquí el fuego de este año.

En la página oficial de los Juegos, se lee que: El concepto del Relevo Olímpico de la Antorcha de Tokio 2020 en Japón es "La esperanza que ilumina nuestro camino". La luz del fuego, fascinante y destructora, a la vez, aparece aquí como esperanza. La flama robada a los dioses por Prometeo, quien fuera condenado y glorificado; figura oscura y luminosa.

Igual que Prometeo nos parecen los atletas, espoleados para alcanzar las preseas por un interés que en algún punto pudiera llegar a ser el suyo. Impulsados en un vértigo insomne para llevar el fuego a los suyos; dominados por una inercia sistemática que les promete la revelación de su rostro en el reflejo de las alhajas de oro, plata o bronce.

Un escenario previsto por Foucault o Deleuze, que se hace más explícito en las palabras del bestseller Byung Chul Han. Entre ellas: “En realidad, el sujeto de rendimiento, que se cree en libertad, se halla tan encadenado como Prometeo”; “Prometeo, como sujeto de autoexplotación, se vuelve presa de un cansancio infinito”. Chul Han es famoso especialmente por su obra La sociedad del cansancio.

No se hace extraño que atletas como la norteamericana Simone Biles, renuncien a su puesto, por temor a defraudar a su amo o a sí misma. Por una angustia que, aunque presente por tantos años, recién se visibiliza como símbolo de la también humanidad de los a veces endiosados deportistas.

Joan Corominas, en su Breve Diccionario Etimológico de la Lengua Castellana, nos trae el siguiente contenido, respecto de la palabra “presea”: ‘alhaja, objeto precioso’, antiguamente ‘ajuar, moblaje’. Del lat. PRAESIDIA, plural de PRAESIDIUM ‘protección’, ‘guarda, escolta’, ‘garantía’, que en un bajo latín tomó el sentido de ‘bien puesto por el señor bajo la custodia de un vasallo’”.

No es difícil encontrar un nexo cierto entre las palabras presea y presidio.

Siglos después, aún resuenan los versos que compuso Píndaro, quien acaso como ningún poeta griego, fue más consciente de la mortalidad del hombre y de la inestabilidad de los asuntos humanos. Estos versos, que casi prefiguran a Shakespeare y a Segismundo de la obra de Calderón de la Barca, dicen así:

En poco tiempo crece la felicidad de los mortales,

pero del mismo modo se derrumba,

sacudida por abominable sentencia.

¡Seres de un día! ¿Qué es cada uno? ¿Qué no es? El hombre

es sueño de una sombra”.

 

 

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