Por Jacobo Giraldo Bedoya
En 1917, Amedeo Modigliani realizó una exposición individual en París, que fue clausurada poco tiempo después de su apertura. El Jefe de Policía corroboró sus propias ideas cuando entró al recinto. Las obras que se exhibían sin duda eran escandalosas, acaso inmorales.
Modigliani, muerto tan joven, reconocido de manera póstuma, nos legó múltiples desnudos y obras de contenido o referencias eróticas. Uno de los más bellos es el que han llamado Desnudo rojo, o Desnudo acostado, que consiguió alzarse a un precio de 158 millones de euros en una subasta, hace no mucho tiempo. El comprador: un ex taxista chino.
Esta pintura, creada en 1917, pudo ser la culpable del fracaso de Modigliani, ya que fue la única exposición que realizó. En esta obra encontramos a una mujer recostada sobre un almohadón azul con curvas fluidas, textura sensual y mirada misteriosa. El cuerpo parece salirse del cuadro; casi se puede tocar. La leve sonrisa nos mueve profundamente. Su presencia llenaría de suaves chispas cualquier salón.
Ahora esta obra será exhibida en China. No sabemos qué tipo de censura o promoción la afectará. Esto tampoco lo sabemos del Salvator Mundi, de Leonardo, exhibido supuestamente en el yate de lujo propiedad del heredero al trono saudí; o de la obra ¿Cuándo te casas?, de Gauguin, comprada recientemente por un catarí. Con todo, hablando estrictamente de negocios, parece que la clausura policial fue lo mejor que pudo pasarles a las obras de Modigliani.
Ya entrados en este tema de las censuras y los museos, me gustaría llamar la atención sobre lo que anunciaron recientemente ciertos museos de Viena: como ciertas redes sociales estaban descolgando de las páginas propias de los museos cierto contenido, por considerarlo sexual, potencialmente pornográfico, explícito, o quién sabe qué cosa, resolvieron hacerse presentes en OnlyFans para sortear ese problema. Audaz jugada. Además, quien se suscriba tendrá beneficios, como tiquetes, para entrar físicamente a galerías de arte en Viena.
No deja de ser extraño, de todos modos, que obras que tienen 100 años o más de antigüedad, como las de Egon Schiele, por ejemplo, y que fueron objeto de censura en su momento, aún no puedan mostrarse con libertad.
La censura, no obstante, continuó, a pesar de la estrategia de los museos. Se lee en la red, que cuando los museos intentaron promocionar su entrada a OnlyFans desde las redes sociales que venían usando, encontraron barreras adicionales para lanzar su campaña, demostrando una vez más el poder inagotable de las redes sociales y su disposición para imponer determinada óptica del mundo a sus usuarios.
Pero el tema no es nuevo. Ya Platón renegaba de las obras representativas, explorando una de las primeras manifestaciones de iconoclastia. Y es que, si las cosas son reproducciones imperfectas de modelos ideales, las imágenes son imitaciones imperfectas de las cosas, y en consecuencia descoloridas imitaciones de segunda mano. También los musulmanes tienen prohibidas las representaciones. Cada forma de ver el mundo, terreno o celestial, trae consigo unas censuras y unas alabanzas. Está siempre en discusión lo que puede ser real; y es lógico, desde este punto de vista, que las redes sociales busquen estas alternativas para el contenido que no les gusta (sigue siendo difícil explicar por qué se censuran los pezones femeninos y no los masculinos).
Depende, pues, de nosotros, saber dónde está el reino de los cielos.