POCAS LUCES

17 diciembre 2021 11:59 pm

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Por Jacobo Giraldo Bedoya

Tiendo con facilidad a perder el tiempo. Hoy, por ejemplo, estuve visitando la lumbre navideña que nos obsequió la administración municipal. Especialmente recorrí Chipre (en Manizales) y me llevé varias sorpresas que me produjeron sensaciones muy especiales, que por un momento me divirtieron, pero después me preocuparon.

Cuando era niño, determinaba la valía (como si se pudiera determinar algo así) de los municipios de nuestro país, en razón al despliegue visual artístico relacionado con las festividades navideñas. Manizales, como siempre, traía los alumbrados (pesebres, pastores, palmeras, burros, camellos y demás mobiliario decembrino) de Medellín, lo que, en plena lógica infantil, significaba que Manizales recogía los restos de otro lugar. Por lo tanto, me decía, Medellín es superior, o tiene mayor valía, que Manizales. Ya no sé si esas intuiciones son tan correctas. Y no sé si me dejo llevar todavía por ellas.

Venía, pues, caminando en el sentido contrario a la vía vehicular, subiendo la cuesta, logrando la cresta preciosa que corona nuestra ciudad, desde la que se pueden adivinar, a la distancia, algunos municipios de Caldas. Camino entonces entre los puestos de chucherías y mecatos, obleas y cholaos, para dar con el paseo que busco entre las luces.

En primera medida encuentro una escena pastoril, no idílica, sumamente aburrida, que refleja mucha pobreza. Un hombre, presumiblemente por lo que sugiere la figura, sostenido por una estructura metálica enorme, estira sus manos hacia una masa informe que semeja un animal.

Aislado totalmente de cualquier otro elemento navideño, como no sean palmeras inconexas a diez o veinte metros, se puede percibir su soledad. Desde su posición en la altura de Chipre, parece gobernar todo el espacio visible. Este hombre orgulloso, que pudiera ser también un símbolo de la credibilidad y adhesión que logra nuestra administración, pastorea un rebaño de una sola oveja. Muy pocas luces.

Debe saber el lector que a pesar de que la distancia por recorrer es importante, no hay mucho para los ojos del caminante que busca las luces del espíritu navideño. No obstante, el ruido es alto, rodea al caminante. Músicas salidas por las ventanillas de los autos, por los parlantes de cafeterías móviles, llenan el espacio de líricas populares y regionales. No espero poder transmitirte una imagen muy aproximada de ello, lector; tendrás que ir a su delicioso encuentro. ¡Todo para los oídos y nada para los ojos!

Mucho después de la escena de pastoreo, se encuentra lo que podrían ser un par de reyes magos con un camello. Uno de ellos azul, el otro verde, el camello blanco. En un esfuerzo combinatorio interesante, vemos que el de piel azul lleva un elemento verde (a saber: mirra, oro o incienso) y el de piel verde uno azul. El camello posa acostado sobre la arena, blanca también, por encima incluso de las palmeras con cocos que complementan el grupo, el cual también se sostiene gracias a un esqueleto metálico que probablemente cuesta muchísimo más que lo que sostiene. Pero para qué más. Un pastor, una oveja, un camello, tres reyes magos; y la imagen clásica del pesebre: la virgen, el niño, José, el buey y la mula.

Aburrido me devolví entonces para la casa, sin saber si caminar (esta vez por lo menos) promueve el pensamiento o lo disipa realmente.

 

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