Hugo Tabares Sánchez

13 mayo 2023 4:22 am

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Por Oscar Jiménez Leal

Conocí a HUGO TABARES SANCHEZ en una fría mañana de febrero de 1961 cuando asistimos a la primera clase de derecho del Externado de Colombia, donde aprendimos el culto a la libertad, a la autonomía personal, a la independencia crítica, pero también el amor a la Patria y a la convivencia ciudadana, heredados de los abuelos radicales que la fundaron. Fue una amistad a primera vista que se mantuvo acrecentada durante todo el programa universitario, impulsada por la especial circunstancia de nuestro origen: él de Montenegro y yo de Calarcá.

Una vez egresados y de retorno a la tierra venturosa, coincidimos en el ejercicio de delicadas e importantes funciones públicas, en la militancia política y en la vocación por actividades cívicas en pro de la comunidad. Nos recibió en el hermoso hogar que formó con Alba Ruth Castilla, una verdadera matrona de origen bogotano que a poco andar logró una espontánea integración con la nueva comunidad de la que empezó a hacer parte significativa en su desarrollo y prosperidad, gracias a sus excelsas virtudes cristianas.

Como dato curioso recuerdo que su primogénito y mi primera hija nacieron el mismo día, en la misma clínica en cuartos contiguos y fueron recibidos por el mismo médico obstetra, un amigo común. Todo ello para decir el por qué me niego a creer en la noticia del viaje sin retorno del amigo incondicional, del compañero afectuoso y del ciudadano sin par, y por qué entiendo el gran vacío existencial que deja en su querida familia y en la comunidad quindiana imposible de reparar. Y sobre todo el por qué mi alma se encuentra lacerada y una lágrima furtiva se desliza por mi rostro para caer en la tumba recién abierta para abonar la tierra donde se seguirá cultivando para siempre la hermosa y sincera amistad que nos profesamos. Estoy cierto de que su estirpe le hará honor a su magnífico legado.

 

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