Por Oscar Jiménez Leal
Me sobrecoge sobremanera la intempestiva noticia del viaje sin retorno de Zulma Ramírez de Londoño, una matrona calarqueña que junto con Alberto Londoño fundaron un magnífico hogar cristiano, en donde con mi esposa Inés Jordán y mis hijas encontramos siempre una calurosa bienvenida llena de sincera amistad y simpatía sin par.
Su solidaridad con los semejantes, sobre todo con aquellos desposeídos de la fortuna, era de todos conocida, a pesar de que observaban a plenitud el mandato bíblico, según el cual, tu mano derecha no debe saber lo que hace tu mano izquierda. En efecto, su discreta manera de tender sus manos generosas a los sectores más desvalidos de la sociedad, efectuada a través de fundaciones u organismos sin ánimo de lucro, no fueron óbice para acrecentar su espíritu filantrópico hasta el punto de que las más nobles y mejores causas por el progreso de nuestra comunidad siempre contaron con su amplio y decidido apoyo.
El Club Rotario de Calarcá del cual fueron fundadores los esposos Londoño-Ramírez fue testigo de primera mano de sus excelentes condiciones cristianas y cívicas y de los grandes aportes efectuados a la sociedad.
Ni el secuestro padecido por Alberto en manos de la delincuencia común ni la tragedia por la desaparición de su primogénito y menos el exilio a que fueron obligados por las constantes amenazas a su vida de que fueron objeto, hicieron mella alguna en su acendrada relación telúrica con la cuna maravillosa que los vio nacer: Calarcá.
Tampoco menguó en un ápice su infinito y entrañable amor por sus coterráneos, especialmente por quienes acudían en búsqueda de su apoyo a la magnificencia de su puerta siempre abierta.
Por ello, y por mucho más, la ausencia de Zulma cava un profundo e irreparable vacío en el sentimiento agradecido de sus conciudadanos y nos concita a prodigarle un afectuoso y solidario abrazo a Alberto, a Andrés, a su esposa Johana y a sus tres hermosos nietos.
Bogotá septiembre de 2023
