Javier Alfonso Beltrán Henao
Empezar esta columna definiendo la amistad, querrá decir entonces que ésta no ha sido vivenciada o que se considera al lector profano en algo que nace casi que desde que somos niños conscientes. Pero lo que si habría que definir serían términos como lealtad, hermandad (que para este caso no es lo mismo que hermano, aunque esta a veces supere al mismo hermano biológico), avenencia, compenetración y todos aquellos términos que ustedes hayan experimentado antes de conocerlos.
Tengo una lista larga de amigos y larga porque a los 60 años, no tenerla, creo que se habría perdido el tiempo, y suelo al recorrerla y definir a cada uno de los que han sido mis amigos y que aun andan por ahí; por ejemplo el todo por todos, el pa las que sea, el tropelero, la gotera, el organizador, el financista de las epopeyas (aunque no literalmente pero que lo fueron a la vuelta de los recuerdos), el duro, algo así como adusto, el grandulón, el flojo, el propio; pero sin lugar a dudas todos me amaron y los amé.
Hoy tengo más amigos por ahí, cómo no tenerlos, si este trayecto sea largo o corto es imposible sin tenerlos, pero algo si sé de todo esto, y es que la amistad termina siendo probada, ahí es cuando se pueden contar y quedan pocos, aunque para mi caso no puedo decir que sobran los dedos de la mano para contarlos. He sido bendecido con muchos amigos, aunque a la postre se termine sintiéndose solo en la soledad de la amistad genuina ya escasa.
Aún contacto amigos que tuve en la niñez, otros que tuve en el colegio y otros que tuve en la universidad, y otros cuantos que llegaron con el tiempo y a buen tiempo, y ni que hablar de los que llegaron, pero nunca fueron, pero ese no es el tema. Por eso dije ya, que la amistad es probada y lamento por los que a mí me probaron, pero reprobé, así como perdono a los que fallaron la prueba, pues cada quien tendrá sus justificaciones. Eso es lo bueno de este paso por la vida, porque queda casi el grano excelso del trillo, y digo casi porque el trillar es permanente hasta la muerte.
Quisiera decir muchas cosas de todos ellos, casi que nombrarlos, pero me faltaría alguno que no perdonaría, aunque le dijera que fue el Alzheimer. Lo que si sé es que todos han sido valiosos, los de antes y los de ahora; pero también como duele la desilusión de una amistad fallida. Aún a la edad avanzada se aprende acerca de todo, pero en especial acerca de la amistad. No importa ya quien se aparta sino quien llega, de eso ya no tengo duda.
Debo cerrar entonces con una sentencia que a mismo me da miedo y es que “amistad sin prueba, aún no lo es”. Pero no tema a la prueba, el temor debe ser a perder un amigo que se ha querido y en quien se ha confiado. Dicen por ahí que la amistad genuina nunca se termina, y se puede decir que es un axioma solo valido hasta el día de morir, aunque no se muera.
Creo que la amistad es un juego de cartas abiertas, agradable, que se juega toda la vida con la certeza que nadie tiene un as bajo la manga.
Ahí estoy muchachos, aunque no estuviera.