Por: Javier Alfonso Beltrán Henao
Para escribir siempre debe haber algo que inspire, de no ser así lo escrito no tiene mas sentido que la sola letra puesta en el tapiz. Leí una columna de Johan Jairo Salinas en un diario de esta región, quien exalta de manera excepcional la vida de una mujer por cierto también excepcional. Debo decir que siempre hay vidas excepcionales en ambas orillas.
Claro que sí, cuan necesario es ser rebelde, opositor(a) a la injusticia, a la esclavitud (aún hoy presente de diferentes formas, pero esclavitud), buscador(a) de la paz, y ante todo resuelto(a) en carácter y tenacidad.
Con lo dicho no me refiero a ideologías, ni a contemplaciones políticas en sí, y otros matices que se quieran pensar; sino, al desafío mismo como personas, sea cual sea su lucha determinada en el trasegar de su existir.
La rebeldía a ser llevados de cabresto, a ser encerrados por cercas y muros mentales, a tener silenciada la mente silenciando la boca, a ir por sendas impuestas para encontrarse en la desazón; es una rebeldía suficiente para ser rebeldes hasta el final.
Creo que de alguna forma todas las personas tenemos otras que son fuente inspiradora, cualesquiera que sean los atributos inspiradores; pero llego a la conclusión para mi en particular que, el ser rebeldes es combustible para andar, y que ese andar sea agradable por los vientos refrescantes de libertad, por el sol que calienta y que, aunque desalienta algunas veces el andar, también ilumina, así como por la sombra que anima a reflexionar y a contabilizar lo andado (me trae la memoria a Serrat).
Al final la bebida para tomar aliento, no tengo duda que es la esperanza, no el optimismo, ni siquiera el positivismo, sino la esperanza, la que cada inicio del nuevo año abrigamos para recorrer tal vez el designio del destino, pero, aun así, rebeldes, rebeldes que avanzan y que inspiran.
Espero que tengan esperanza y que la rebeldía la renueve cada vez que sea menester para andar por ahí.