EL CONTACTO CON LA NATURALEZA UNA EXPERIENCIA SANADORA

16 junio 2021 6:35 pm

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Por María Nelly Vanegas Agudelo

La humanidad ha tenido que afrontar una dura prueba desde el 2020 debido a la pandemia. Inicialmente, se pensó que esta sería algo así como los tres días de oscuridad con los que se nos atemorizó cuando éramos niños, solo que en esta ocasión no estábamos preparados, no teníamos las velas de sebo, ni los demás aditamentos que las mamás fueron recogiendo para prepararse y enfrentarlos.

La calamidad nos sorprendió, inicialmente con algo de incertidumbre pero en medio de todo, con esperanza de un mundo mejor, pues en los primeros días, animales de distintas clase empezaron a hacer presencia en diferentes zonas y ello nos llevó a replantearnos con ilusión la situación del medio ambiente y por ende el cambio que daríamos.

Se pensó que el confinamiento sería por pocos días, muchos soñaron compartir la vida hogareña, replanteándose la necesidad de fortalecer vínculos y asumir con mayor propiedad roles que la vida laboral había ido desdibujando en detrimento de la vida familiar.

Se empezó a valorar el trabajo de la mujer en la casa y a entender lo pesado de la doble jornada. Ello llevó a que los hombres colaboraran en las tareas domésticas llegando inclusive a gozárselas por poco tiempo!

Los niños tuvieron más tiempo a sus papás para sí, lo cual trajo lecturas y juegos que despertaron la creatividad de unos y otros. Pero los días se fueron extendiendo y el encierro agudizó situaciones, los adultos no lograban atender casa, trabajo y niños a la vez y se fueron generando tensiones que en muchos casos desembocaron en conflictos familiares.

A ello se le sumaron una serie de factores que fueron generando tensiones y por consiguiente, niveles de estrés muy alto, afectándose la salud mental de las personas, esto sin hablar de las familias que han tenido que vivir la presencia del Covi en algunos o varios de sus miembros.

De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS), la salud mental de los sujetos esta dada por el despliegue óptimo de sus potencialidades individuales para la convivencia, el trabajo y la recreación, situaciones estas que se han visto alterados por la realidades que se viven, además del encierro lo que afecta su bienestar y en consecuencia, el buen funcionamiento en los aspectos cognoscitivos, afectivos y conductuales.

Al confinamiento se le suma la crisis económica ocasionada por el mismo y agravada por los paros y bloqueos, acompañados de una situación de incertidumbre constante debido a los brotes de violencia y a la desazón que causa el incierto futuro.

Se sabe que la calidad de vida y la autodeterminación guardan entre sí relación sobre la salud mental y física de las personas. Así que en medio de todo este caos, una noticia alentadora, es el anuncio de la apertura de espacios que le permitan entrar a las familias en contacto directo con la naturaleza, pues ella libera tensiones y por lo tanto reduce el estrés al que ha estado sometida la población.

El anuncio hace referencia a la apertura del Jardín Botánico en Bogotá, ojala los demás jardines del país en las diferentes ciudades hagan lo mismo. Ellos ubicados en diferentes ciudades como Ibagué, Medellín, Popayán, Cali y otras más, a donde puedan ir las personas sin gran riesgo; lugares que invitan al sosiego y la tranquilidad y que permiten y posibilitan a través de sus aromas y la visión de colores, formas y variedades de vegetación, apaciguar los espíritus y por ende sanar la mente.

Conocí hace muchos años el jardín Botánico de Bogotá por la relación que tuve con la Calarqueña Teresa Arango Bueno quien fuera mano derecha de su fundador Enrique Pérez Arbeláez, ellos efectuaron expediciones por el territorio nacional para recolectar semillas y plantas de las diferentes regiones, especialmente de los bosques de los Andes.

A la muerte del científico, Teresa ocupó la dirección por largos años. De ella escuche en casa lo concerniente a la organización del Jardín, la variedad de su vegetación, lo importante que era para preservar especies y mantener el ecosistema. Más tarde tuve la oportunidad de recorrerlo y gozármelo en compañía de mi nieto quien a su vez lo disfrutó enormemente.

En el Jardín se encuentran variedad de flores con gran despliegue de colores y aromas, desde rosas, anturios, hasta orquídeas; todas ellas atraen pájaros y mariposas de distintas especies formando una sinfonía de colores arrulladas por el sonido de las fuentes que se levantan airosas algunas en medio de un lago, otras que saltan vigorosas de alguna fuente donde los niños meten sus manos para sentir su suave caricia.

En su recorrido por caminos y senderos, se encuentra variedad de vegetación producto de la disposición de distintos pisos térmicos, encontrándose zonas con niebla en donde crece una variedad de ají con flor y diversidad de plantas que regeneran el suelo transformándolo.

La pluralidad de ecosistemas, así como los invernaderos climatizados, permiten recorrer los diferentes pisos térmicos desde la Guajira, pasando por los páramos hasta la amazonia representada por zonas muy húmedas con lagos estáticos donde se ven Victorias Regia que flotan reposadamente sobre la superficie del agua generando una sensación de tranquilidad.

También en las zonas húmedas se encuentran helechos llamadas plantas del agua y el viento, sus grandes hojas se mueven garbosas representando con donaire los ambientes andinos.

Armonizando con el ambiente, se levantan airosas variedad de palmas, entre ellas la majestuosa y longeva palma de cera del Quindío, insignia nacional; contrastando con la elegancia de ellas, se encuentran las rosaleras donde rosas diferentes, unas de grandes y de vistosos pétalos, otras las llamadas rosas enredaderas, que forman todo un espectáculo multicolor.

Pero todo no queda allí, siguiendo el recorrido se encuentran herbarios con toda clase de plantas medicinales, que evocan olores y sabores hogareños de bebidas sanadoras preparadas por las manos cariñosas de las madres ante algún malestar.

También la parte de las hortalizas sembradas como acelgas, lechugas y otras, recuerdan las cocinas familiares y en medio de tanta vegetación, que representa la gran variedad de plantas de nuestro país, se yerguen los Nogales como puentes entre el cielo y la tierra y cuyas hojas guardan la historia de la ciudad de Bogotá.

Y antes de terminar el recorrido, es imposible no admirar la pasiflora o flor de la pasión de Cristo, llena de significados, cuyos pistilos y estambres se asocian con los estigmas y clavos de Cristo según la tradición popular, la enredadera, con la corona de espinas y los zarcillos que se desprenden de ella con los latigazos dados al Señor.

Estar en contacto con la naturaleza es conectarnos con el mundo, entender que formamos con ella, que es la red que nos sostiene y nos fija haciéndonos parte suya.

Citando a Juan Zorrilla de San Martin en su himno al árbol, se puede decir que: en el Jardín Botánico se planta vida, pues los árboles son amigos generosos que nos defienden el aire, nos ofrecen abrigo y en el laurel son gloria y en el olivo paz. Así que ponernos en contacto con la naturaleza, podrá enrumbarnos hacia el camino del sosiego y la tranquilidad que tanta falta nos está haciendo.

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