María Nelly Vanegas Agudelo
Es cierto que el universo de la tecnología dio paso a una creación inmensa en las comunicaciones haciendo el mundo más pequeño: una aldea global, como diría Marshall McLuhan, filósofo canadiense.
Innegable también es la influencia y el alcance de las llamadas hoy día redes sociales, no solo al enlazarnos en cuestión de segundos y ponernos al tanto de situaciones y sucesos sino, que en ocasiones las plataformas tecnológicas se convierten en un problema al incitar al odio y la violencia.
En alguna ocasión dando un vistazo al Facebook encontré que alguien hizo una publicación humorística entre un padre y su hija. Palabras más, palabras menos, se trataba de un padre que pedía el periódico, a lo cual la hija le contesto que eso era arcaico que ahora se usaba la Tablet.
La cuestión del chiste era que el padre no quería leer sino matar una mosca. Resultado: la mosca murió aplastada por la tableta y como era de esperarse, a esta se le quebró la pantalla por el golpe.
Los comentarios no se hicieron esperar, algunas personas consideraron que la hija era irrespetuosa y vino una andanada de comentarios que incluían hasta el infierno para ella por faltar al cuarto mandamiento.
Otros, se pusieron de parte de la hija, porque ya casi nadie lee periódicos y lo que se usa son los medios electrónicos; por lo tanto, el padre según decir de algunos era ignorante, decrepito y muchos otros adjetivos poco piadosos hacia él, hubo hasta burlas. Algunos hicieron comentario al chiste entendiéndolo como tal.
En resumidas cuentas algo que era tan simple y para reír o sonreír según el humor de cada quien, desató una serie de emociones distintas, algunas bastante pasionales
A la situación anterior se le pueden hacer varias lecturas: uno, que la gente lee sin leer y por lo tanto terminan respondiendo a los mensajes publicados como dicen los muchachos: nada que ver.
Otra, que hay personas que manejan una carga de agresividad tan impresionante, que ante cosas en este caso escritos que carecen de relevancia, expresan toda su rabia, sin sentido, sin razón, a partir de preconcepciones que manejan y no han logrado procesar.
Otros a su vez, hacen burla de quien escribe mostrando con ello poca educación. En fin, esto para mostrar que somos personas pocos ecuánimes y que el mundo en lugar de ir evolucionando pareciera ir involucionando.
Pero llama la atención que de los escritos se ha pasado a los videos, en los que muchos usuarios emplean varios minutos, hablando sin ningún pudor para referirse a hechos que no están probados y que pueden atentar contra la honra y el buen nombre de las personas, como reza el artículo 15 de la Constitución.
Está circulando un video, en donde quien lo presenta parece constituirse en juez frente al caso de una persona cuyo familiar, se ha visto implicado en una situación que constituiría un delito, lo cual estaría en manos de las autoridades correspondientes para su investigación y determinar si la persona en cuestión delinquió o no.
No es intención defender a nadie en particular, solo llamar la atención sobre el manejo inadecuado que se da a las redes.
Sucede, que el presentador del video lanza en ristre pone en la palestra, ni siquiera al presunto culpable sino a su familiar, por el hecho de hacer una defensa publica de este, me imagino que lo hace por ser a su vez ella persona reconocida en los medios.
Hay en las palabras del mencionado señor, burla, sarcasmo, ironía, crítica destructiva, juzgamiento y condena, sin que haya habido una declaratoria por parte de autoridad competente, de culpabilidad hacia el implicado, hacia quien entre otras no va dirigido el juzgamiento, es hacia ella. ¡Con que saña la trata!.
No hemos entendido que, juzgar a las personas partiendo de suposiciones llámese como se llame, tenga o no tenga una posición privilegiada, sea conocida o desconocida, pertenezca a uno u otro grupo, gústenos o no, es atentar contra la honra y buen nombre de los demás.
Pero además de ello, lo que comunica el señor genera una serie de comentarios llenos de rabia y odio de una cantidad de personas, que creo ni siquiera conocen a la señora personalmente para mostrar semejante odio, además, irracional porque algunos mezclan política y religión; diría uno eso parece, la santa inquisición.
No tiene en cuenta el señor, ni quienes responden a sus comentarios con tanta ferocidad que la ley establece la presunción de inocencia hasta que no se demuestre lo contrario.
Y si resulta, que después de toda la investigación la ley encuentra que la señora no tenía nada que ver y la declara inocente, se le ha hecho un daño irreparable. Aquí cabe para reflexionar el cuento que contaban las mamás.
Una persona, se confesó de haberle quitado la honra y la fama a otra ante lo cual, el sacerdote le pidió que llevara una gallina a una montaña y allí le quitara todas las plumas y las lanzara al viento, luego las recogiera y una a una se las volviera a pegar en el mismo lugar.
Cuando la señora oyó esto, abrió unos ojos enormes y con voz asustada exclamó: padre ¡ESO ES IMPOSIBLE! Moraleja: devolver la honra a quien se le ha quitado es casi imposible.
Si las personas resultan culpables que les caiga todo el peso de la ley, eso es competencia de los jueces no de los ciudadanos comunes y corrientes.
Las redes deben manejarse con responsabilidad y aunque pocos sean los contenidos censurados, cada ciudadano debe autorregularse mirando que sus comentarios no generen violencia, discriminación y odio.
Si se va a comentar un hecho que es censurable, que se haga con respeto, las críticas y opiniones nunca deben generar odios ni divisiones al contrario, nos deben llevar a la reflexión.
Utilizar las redes sociales para juzgar y condenar a alguien sin tener pruebas de ello además, de ir contra la ley muestra bajeza, falta de compasión con el otro sea quien sea, gustemos o no. El respeto y la solidaridad son valores fundamentales para la convivencia.
Grandes filósofos y pensadores de los últimos siglos repiten con pocas variaciones este concepto que a su vez se nos enseñó de pequeños: “No hagas a otro lo que no quieras que te hagan a ti”, del cual se desprenden códigos morales, éticos y legales.