María Nelly Vanegas Agudelo
Decía Freud, que el ser humano se ve abocado a tres fuentes de sufrimiento: la relación con los semejantes, el envejecimiento y la fuerza destructora de la naturaleza.
El hombre es un ser social, debido a ello nuestra existencia solo puede tener lugar en un entorno en el que las criaturas son deseadas, este deseo, va a constituir el eje de las relaciones y de alguna manera va a ser fuente de sufrimiento.
Al nacer, si no somos deseados y cuidados adecuadamente sufrimos, igual, al dejar a la madre temporalmente al iniciar la escolaridad nos angustiamos, nos afligimos si los otros niños no nos aceptan e invitan a sus juegos.
Penamos terriblemente en la adolescencia, cuando el amor hace su aparición y no somos amados y deseados como quisiéramos o necesitamos. A lo largo de la vida aguantamos decepciones por causa del otro, de la pareja, los amigos, los conocidos, familiares etc.
El cuerpo es otra fuente de dolor no solo cuando venimos con errores de fábrica, sino cuando la vejez va haciendo de las suyas y la imagen que vemos en el espejo se nos antoja como decía Pombo, en la Pobre Viejecita: “que al mirarse en el espejo la espantaba siempre allí otra vieja de antiparras, papalina y peluquín”
Finalmente, la naturaleza también nos produce congoja y no siempre se debe a los fenómenos naturales producto de la reacomodación de la misma, sino relacionado con el cambio climático, lo que hace cada vez más vigente el tercer motivo de dolor.
Por más adelantos científicos que se hayan logrado, cuando la tierra se desborda no hay tecnología que nos libre de su furia, su fuerza destructora es tal que arrasa a su paso con lo que se le cruza, lo hemos visto por estas temporadas: incendios, rebases de los ríos, tormentas, etc.
En épocas anteriores, el clima tuvo modificaciones que se fueron dando de manera lenta y por largos períodos de tiempo, pero sucesos como el invento de la máquina de vapor, cuyo combustible era el carbón mineral y consecuencia de ello la industrialización transformaron el modo de vida.
La revolución Industrial introdujo cambios que modificaron el crecimiento de la población llevando a la aglutinación humana en ciudades, esto trajo como consecuencia concentración de contaminantes como residuos orgánicos que intoxican el ambiente.
Se produce entonces, un desequilibrio en la naturaleza originándose lo que se conoce como el efecto invernadero que lleva al calentamiento del planeta, originando consecuencias negativas múltiples en los sistemas físicos, biológicos y humanos.
Consecuencia de lo anterior son aspectos como la sequía y el aumento de temperatura, lo que a su vez, estimulará la desaparición de algunas especies vegetales y animales, alterándose la cadena alimenticia y producto de ello, la variación en la dispersión de semillas y cambios en los suelos y bosques.
Tal vez no se logre dimensionar el peligro que entraña todo este cambio, solo imaginamos que la temperatura aumentará, pero este llamado efecto invernadero es como el efecto dominó, que genera una reacción en cadena de catástrofes y fenómenos negativos para la humanidad.
A simple vista, debemos entender que la elevación de las temperaturas provocará un incremento de las condiciones de aridez debido a la pérdida de humedad del suelo, convirtiéndose muchos lugares en desiertos.
A su vez, se ira produciendo deshielo en muchas zonas del planeta lo que causará aumento de los niveles del agua, subiendo el nivel del mar con riesgo de invasión de este a la tierra, perdiéndose innumerables islas así como espacio continental.
La tropicalización de los océanos conllevará a un mayor índice de evaporación y por tanto, un aumento de la nubosidad lo que facilitará la formación de fuertes tormentas y otros fenómenos meteorológicos.
También como consecuencia de lo enunciado, se afectará la salud de las personas con el aumento de la temperatura, no solo por las olas de calo,r sino por contaminación del aire y del agua.
La ciencia nos muestra, que es el hombre a través de sus acciones el responsable del cambio climático, indicándonos que la única forma de frenar este proceso es modificar el afán de consumo sin límites,
Cuidar el ambiente es un deber de todos. Pequeñas acciones pueden hacer la diferencia.
Debemos entender que es importante no contaminar, para ello, hemos de volver a prácticas antiguas como reciclar, no arrojar basuras, no talar árboles y si, por el contrario sembrar los que podamos; cuidar parques y zonas verdes, no desperdiciar el agua ni contaminarla.
La vida es una cadena donde cada eslabón cuenta. Los bosques, las montañas, el agua las especies animales, el suelo. Todos son necesarios para subsistir.
Tierra, mar y aire, son los cimientos del planeta. Su combinación hace posible la vida y la falta de uno de ellos la impide.
La FAO afirma que los ecosistemas sanos protegen el planeta y conservan los medios de subsistencia. Los bosques, los humedales, las montañas, las tierras y el agua, suministran incalculables recursos ambientales, conservando la biodiversidad y amortiguando el cambio climático.
Formamos parte de un universo inmenso, la tierra es nuestro hogar. Ella, está llena de vida con una rica variedad de plantas, animales y seres humanos que dependen de su agua y del aire por lo tanto tenemos el deber obligatorio de protegerla y cuidarla.
Para que la tierra siga siendo nuestro hogar, el de nuestros hijos y nietos, es necesario ser responsables con ella, especialmente con el lugar donde vivimos, porque somos ciudadanos y ciudadanas no solo de nuestro país, sino también del mundo.
Para cuidar el mundo tenemos cultivar valores de solidaridad hacia nosotros mismos, de respeto hacia el entorno que nos rodea
Cuidar el mundo implica cultivar valores de respeto hacia nosotros, hacia el entorno que nos rodea y hacia los otros, solo eso posibilitará la continuidad de la vida en el planeta tierra.
Empecemos por sembrar árboles y evitar su tala, ya que ellos mantienen la humedad refrescando el ambiente, producen oxígeno purificando el aire, forman suelos fértiles evitando la erosión, mantienen ríos limpios, atraen agua para los acuíferos, sirven como refugios para la flora y fauna, regulan el clima entre muchísimas más funciones que benefician el planeta.
Juan Zorrilla de San Martín, nos dice en una estrofa de su himno al árbol, que: “La tierra sin un árbol está desnuda y muerta callado el horizonte, la soledad desierta; plantemos para darle palabras y armonías latidos y alegrías, sonrisas y calor”.
Creo que esto nos marca el camino que tenemos que ir construyendo entre todos. No es tarea de gobernantes solos, ni de organizaciones. Cada persona como habitante de este planeta está en la obligación de cuidarlo y mantenerlo, no hacerlo es un crimen contra la humanidad.