ACOMPAÑAR AL QUE LE DUELE LA VIDA

25 agosto 2021 11:12 pm

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María Nelly Vanegas Agudelo

Revisando mis apuntes de cuando dictaba clases en una de las universidades de Bucaramanga me encontré un tema que cobra actualidad por las circunstancias que se vienen dando con la pandemia y los derivados de la misma.

Ella nos ha abocado a una serie de circunstancias, como depresiones, por múltiples razones: pérdida de familiares o amigos, a quienes por las circunstancias de la misma no se les ha podido acompañar ni hacer la despedida a partir de rituales iniciales que van abriendo el camino para hacer el duelo y aceptar la pérdida.

Conflictos entre las parejas. Este tipo de relaciones contrario a lo que se piensa y cree, no siempre están sustentadas por un vínculo romántico e inclusive amoroso. Hay muchas razones que soportan una relación: dependencia, temor a la soledad, circunstancias económicas, crianza de los hijos, conveniencia social y hasta costumbre, porque como dice la canción de Rocío Dúrcal, es más fuerte que el amor.

Los problemas de pareja se exacerban con el encierro y las restricciones que no permiten que dichas relaciones tomen un poco de oxigeno con las salidas al trabajo, el encuentro con los amigos, o con la familia extensa, la tarde de compras, la rumba de fin de semana, que aunque se tengan problemas, una bailadita o unas cervecitas vienen de maravilla y recargan para seguir tirando del matrimonio.

La crianza de los hijos que tampoco da lugar a espacio de otros encuentros que refresquen y posibiliten el desahogo al compartir experiencias y ensayos en lo referente a pautas de crianza, como cuando las madres antiguas en las visitas de amigas compartían situaciones maritales, problemas con sus retoños y de los mismos; recetas de cocina y hasta puntadas de costura, haciendo la vida más llevadera.

Situaciones económicas caóticas que se presentan con menos posibilidades de recuperación inmediata por las mismas circunstancias, con jornadas de trabajo extenuantes que generan estrés, o el mismo, producido con más intensidad porque se quebró el pequeño negocio familiar, o la empresa donde se trabajaba recortó personal pero, las cuentas siguen llegando y el mercado se tiene que seguir haciendo.

Familias con hijos adolescentes que necesitan espacios para elaborar su crisis, amigos con los cuales parcharse para hablar de bobadas importantes y a veces cruciales en ese extraño mundo adolescencial, lleno de cambios e incertidumbres que se tienen en ese momento que atravesar, sin la complicidad de los pares.

Personas mayores que viven solas y han tenido que renunciar a la compañía de sus más allegados, sin quien oiga sus quejas así sea a regañadientes. En fin, una cantidad de situaciones frente a las cuales muchos se sienten sin esperanza o empiezan a no encontrarle sentido a la vida.

Así, viendo este panorama y unido a ello, las noticias que nos hablan del aumento de las tasas de suicidio en este tiempo, como decía al principio, me puse a revisar mis notas y escribir sobre un tema del que cuesta hablar por lo impactante del suceso.

Se entiende el suicidio como la muerte producida por uno mismo con la intención precisa de poner fin a la propia vida, parece relativamente claro etimológica y conceptualmente, sin embargo, el término tiene múltiples sentidos, significados y causas.

De hecho, más allá del suicidio consumado, las conductas suicidas que aparecen en la práctica psicológica, se presentan de forma muy diversa, responden a motivaciones distintas y requieren por ello, de vías de intervención también diferentes.

Lo enunciado antes, nos muestra el camino para entender el aumento de una situación silenciosa pero a la que hay que ponerle cuidado. Diferentes autores dan distintas definiciones y sentidos al hecho de pensar o llevar a cabo el poner “voluntariamente” fin a la propia vida, así:

Otto Rank (1959) considera que el suicidio es el resultado de un conflicto dentro del ego, entre el miedo de vivir y el miedo de morir.

El sociólogo Émile Durkheim (1858-1917), por ejemplo, concibe al suicidio como un hecho social que puede encontrar sus fundamentos en la estructura social en la que los individuos se desenvuelven. En fin, habrá tantas definiciones como autores.

Para poder entender lo que es el acto suicida, hay que saber lo que la OMS considera como salud: “un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”, ello implica que el individuo sea consciente de sus propias capacidades, que le permitan afrontar las tensiones normales de la vida, trabajar de forma productiva y fructífera y ser capaz de hacer una contribución a la sociedad.

Dicho lo anterior, se entra a considerar lo que están afrontando muchos individuos que ven la situación de pandemia sin esperanza o con miedos, a veces irracionales, porque las redes bombardean con cantidades de mensajes equívocos que confunden y merman la capacidad de afrontamiento que todos tenemos para asumir las diversas situaciones de la vida.

Hay que entender que en el acto suicida siempre habrá una lucha interna entre el deseo de morir y el de seguir viviendo y generalmente la persona pedirá auxilio de una u otra forma, así, las señales de angustia podrán ser detectadas por las personas que le rodean. Esta detección a tiempo puede significar la diferencia entre la vida y la muerte.

La conducta suicida puede presentarse después de una desilusión, de una frustración o de fuertes sentimientos de enojo. También cuando se tiene la sensación de que la vida no vale la pena lo que produce un sentimiento que resulta de un estado depresivo.

Igualmente una enfermedad grave puede llevar al individuo a pensar que "no hay otra salida”, el mismo temor al sufrimiento frente a estas.

Se da también el intento suicida como medio de comunicación en el que el individuo no desea morir pero quiere comunicar algo, y así cambiar la forma en que lo tratan las personas que lo rodean.

Así mismo, la conducta autodestructiva puede entenderse como un mecanismo utilizado por algunos jóvenes para manejar tanto el estrés como las situaciones indeseables en la vida.

El primer paso es abrir una línea de diálogo con la persona que alberga pensamientos suicidas. Es importante tener la predisposición a escuchar sin juzgar sus acciones o pensamiento, reconociendo y validando sus emociones. Para conseguir esto, se debe trasmitir a la persona que entendemos sus emociones y que estas son lógicas con el momento en el que se encuentra.

Otra recomendación muy importante es que jamás hay que desafiar a la persona que está contemplando quitarse la vida, porque esto solo exacerbaría el deseo de hacerlo.

Todo ser humano, sea quien fuere, independientemente del sufrimiento que lo aqueje, quiere hablarle al otro, espera comunicarse, quiere encontrar a alguien que le diga palabras expresivas y resonantes, palabras que él pronunciaría si pudiera enunciar su sufrimiento, quiere encontrar a alguien que lo reconozca como sujeto, tal como él es y allí donde se encuentra.

Es hora de que esta pandemia nos enseñe la importancia de ser solidarios, de reconocer al otro, de pensar en el otro, entender su dolor, sus necesidades, de salir de nuestro pequeño mundo para entrar y pensar en el del otro, solo así podremos tener un estado de completo bienestar físico, mental y social y podremos ser más humanos! El Dalai Lama sostiene que “Únicamente el desarrollo de la compasión y el entendimiento por otros nos puedes dar la tranquilidad y la felicidad que todos buscamos.”

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