Doris Salcedo acaba de conmocionar a Madrid y al mundo, con la magnífica “Palimpsesto”, expuesta en el Palacio de Cristal. La obra realizada en arena y agua, reproduce los nombres de personas que murieron intentando cruzar el mar mediterráneo. Muy similar a la monumental “sumando ausencias”, en la apropiación de los nombres, el uso de materiales etéreos y en el profundo significado social.
Pero, ¿Quién es Doris Salcedo? Estoy seguro que muchos de los que leen esta columna no lo saben. Ni quien es, ni mucho menos su internacionalmente aclamada obra. Y es que la vida del artista está cargada de ironías, como que Salcedo es una de las más reconocidas artistas colombianas que nadie en Colombia conoce,-a no ser que se pertenezca a esa pequeña élite artística y cultural- cada vez más en vía de extinción.
Aclaro que soy un artista plástico. Cuando se presentó la oportunidad de escribir esta columna, no dude. Aunque me sentí expuesto, habiendo pasado la mayor parte de mi vida en el extranjero, hablando otros idiomas. (Por favor sepa excusar mi faltas de ortografía-yo, como esta columna, somos proyectos en construcción).
¿Porque el título de esta columna es?, “Usted no sabe quién soy yo”, y empiezo con Doris Salcedo, pero podría haber escrito, Oscar Muñoz, Nadin Ospina, Màyo Mejía o cualquier artista, como los que mencioné, que quizás usted no conozca y nunca escuchó de ellos. El anonimato es la muerte del artista, es mi eslogan personal. Y es que además de sacrificarnos por nuestro oficio, debemos, una vez establecidos, sufrir de la desidia de los entes locales,-creados expresamente para el desarrollo y fomento de las artes-.
Es importante devolverle a la comunidad. Pero hasta el más santo se cansa de obrar en pos y gratis, mientras otros lucran, vilmente, con el erario. De forma intensa y personal hice mi labor, donando mi obra y tiempo, para ancianatos y espacios públicos. Como ejemplo de desconocimiento de nuestro aporte social, el subsecretario de cultura de Calarcá, tuvo la falta de conciencia de permitir que el mural, donado por mí, a la Casa de la Cultura, fuese dejado sin protección durante la remodelación. Cuando le reclamé, sin decoro alguno, procedió a decirme que mi mural no estaba en el acervo público, 10 minutos mostrándome que mi regalo no estaba registrado. En 2 minutos hubiese llamado al capataz, cubierto el mural e invitarme un tinto. Desde ahí parten los males de una ciudad cuando al subsecretario de cultura, le falta la misma. Pobre Calarcá.
En Armenia, peor, la gente no dice nada por temor a que sus bolsas de ayuda económica sean vetadas. Nuestra entidad de fomento cultural, parece dedicada a grabar videos de su gerente, más propios de un infomercial. Administrativos sin conocimiento de arte, o respeto por la misma, como lo indica el desdén, con el cual recolgaron mi donación a corpocultura, tríptico “mi tierra” 100 x 350 cms -valorada en $13 millones de pesos- perdiendo su placa biográfica. Se acuerdan para llamarme a ser voluntario pero nunca para realizar una obra paga, esas se reservan para los amig@s de turno. Solo vean “La Rita” y la espantosa obra pública de la ciudad.
Es imperativo que las personas que manejan estos recursos, lo hagan con transparencia, y que sus intereses y gustos personales, no coloreen nuestra pobre cultura. No a todos les gustan las danzas.
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