Por esas cosas magníficas que pasan en nuestras vidas, llegué a cohabitar de forma temporal, una casa-galería, emplazada en el corazón de Armenia.
La casa-galería cuenta con la arquitectura típica de la Colonización Antioqueña, tan reminiscente con sus patios internos de la cultura mozárabe. La casa conserva su encanto de otrora, corredores de antigua madera y exquisitos techos, la casa -o más bien casas puesto que son dos, unidas por un patio común- exudan carácter y traen recuerdos de épocas pasadas.
La galería-Makerspace está habitada ahora por un grupo de talentosos individuos, artistas plásticos, productores, diseñadores y un grupo vario de fundaciones ambientalistas y artísticas de gran relevancia, como La Calle Bohemia, Aotus, Amar es mas y Bisonte.
La casa vibra con las energías de los milenials.
La casa- galería, aunque con el deterioro típico de construcciones añosas, genera dentro de sí una onda expansiva de creatividad y sentido comunal.
La huerta trasera es el preludio a los almuerzos comunitarios, ejercicio parecido a un kibutz israelí, deliciosos potajes de creación única, mayormente vegano, siguiendo con la filosofía prevalente por los habitantes de la casa-galería. Increíbles menús acompañados de exóticos “hervidos” preparados en comunidad y comunión.
Estar en la casa me vitaliza, aunque por motivos de mi actual proyecto, mis niveles de estrés son muy altos, encuentro que estos pasillos me traen un sentimiento de arraigo, un sentimiento de pertenencia y paz.
Y me imagino que eso era lo que muchos sentían cuando caminaban por unas calles más limpias y parques bien tenidos, calles con decencia y cultura.
Un sentimiento que se fue y se evaporó.
Entiendo la apatía de las personas ante el franco y sistemático robo del cual somos víctimas.
Ver ciudades hermanas “despegar” verdaderamente, con nuevos proyectos de transporte masivo, como los cables aéreos de Manizales y ahora Pereira, y su también proyecto de remodelación del aeropuerto Matecaña que seguramente lo posicionará como el más importante de la región por frecuencias horarias y tarifas.
¿Y acá qué?
Pues más de lo mismo, una cámara de comercio que solo sirve para sobre diagnosticar, dos líderes mafiosas cuestionadas hasta los tuétanos, autoras del actual subdesarrollo y calamitoso estado de nuestra región, que persiguen a toda costa sus ambiciones personales.
Una de ellas nacida pobre y de gran inteligencia, que si la hubiese usado para el bien, ella y todos nosotros estaríamos mejor, pero su compañero, también de orígenes humildes y cuestionados negocios, corrompió ese proyecto. Y es que el poder corrompe a los que no tienen ejes éticos y morales.
La otra nacida en la abundancia, pero no por eso fina ni inteligente, por el contrario, pensaría uno que con tanto privilegio su alma sería más buena. Pero de tal palo tal astilla.
Recordemos que Emilio llegó arrastrando él mismo una carreta llena de nada.
Recordemos el por qué estamos así. Loterías, casinos y chances, pobreza y manipulación, drogadicción y prostitución. El inconfundible sello de un cacique que llegará al centenar de años de avaricia y desmedida codicia.
Avaricia y codicia heredada a su no tan brillante hija, que pudo ser una gran líder, pero que también falló en su proyecto.
En algo coinciden las dos: nos hicieron perder fe en ese matriarcado honorable antioqueño, en las increíbles cualidades administrativas que eran el eje de la célula familiar y de la sociedad, el de las mujeres como bastión de esperanza, el de nuestras mujeres como motor del desarrollo.
Una misoginia política cubre al Quindío.