CAPÍTULO IV
Los Quindios o Quindus, los jefes de la resistencia contra los españoles
“Los quindus vivían en las breñas y en los riscos. No en los planes. Necesitaban del atisbo. Misteriosos indígenas con lengua no quichua. Hábitos similares a la de los Aztecas de Méjico. Andariegos, trashumantes, fieros, orgullosos, capaces, increíblemente temperamentales fueron siempre cabeza de los pijaos (…) nación esta que está en variadas familias que se extendían por ambas laderas de la cordillera y a través del Tolima, Huila, llegaban con sus excursiones a Tocaima en Cundinamarca, al valle de Pubenza en el Cauca, al valle de las Lanzas en Ibagué y se extendían a Popayán y Cali”, dice Gómez Santa.
Y para argumentar la pertenencia del Carlacá a la aguerrida tribu de los quindus, este historiador e investigador asegura: “No puede haber equívocos. Los quindus – cuando apareció el invasor de sus tierras- fueron los jefes de la resistencia. Con los pijaos formaron federaciones donde cada cacique, colocado al frente de su tribu y de sus guerreros, unidos todos, hacían frente y luchaban con denuedo. Y ese jefe elegido por los integrantes de la Federación, lo llamaban el Carlacá. Y lo elegían generalmente de las tribus formadas por los quindus, dada su belicosidad, capacidad y dominio”.[1]
Cuenta Gómez Santa que, a la llegada de los españoles al territorio de los quindus, los ibéricos matan a Caria, cacique de aquellos, y el mando lo asume su hijo, Jorigüá. Este convoca a todos los caciques pijaos, incluyendo a Consota, Maitamac y Tucurrumbí, y les pide que lo elijan el Carlacá, para detener la invasión de los conquistadores españoles.
Elegido Jorigüá como el Carlacá, …
Este Carlacá, Jorigüá, es tomado prisionero luego de un combate y es sacrificado. “Reducidos y agotados, los quindus con Jorigüá y el príncipe Calpuc (hijo del primero) presentaron combate, con lo más granado de los caciques, en la aldea india de Tobaima. Al frente de las tropas españolas se encontraban los capitanes Ferreira, Pérez, Diego de Santacruz y Baltasar Axiba. La lucha fue a muerte. Cuerpo a cuerpo arremetieron. Las arterias rotas empaparon el suelo. Y vencido el día, ya en el crepúsculo, Jorigüá es hecho prisionero. Sus guerreros deshechos buscaron refugio en el matorral. Allí mismo, en esa misma aldea, sin juicio alguno, ultrajado y mutilado, el monarca quindu fue descuartizado por cuatro caballos que tiraron de cada una de sus extremidades…”.[2]
En el alto de Toche, en la Línea de la cordillera Central, se reunieron caciques, chamanes, mohanes y señores principales de todas las tribus pijaos, para escoger un nuevo Carlacá. No fue difícil, eligieron al joven Calpuc, hijo de Jorigüá, que desde los diez años había acompañado a su padre en la guerra. Todos fueron a su tolda, a darle la noticia. “Allí estaba el hijo de Jorigüá el valeroso, en trance, recibiendo el espíritu de su padre. Se retorcía entre las mantas mientras trasmutaba. Agitados sueños lo invadían y de su boca salían gritos desafiantes. Todos quedaron paralizados. Uno de los sacerdotes, con voz grave dijo: El caudillo Jorigüá revive en él. Es el monarca del Quindío que vuelve…”.[3]

Calpuc se convierte en el más aguerrido pijao, utilizando estrategias de guerra donde prevalece el asalto, la sorpresa y la emboscada, además de modernizar sus propias armas de combate. Integra su estado mayor de guerra con los caciques Cocurga, Collara, Cama y Matora e inicia la más feroz persecución de los españoles, pues desde un matorral había visto descuartizar a su padre a manos de los soldados ibéricos. Su guerra fue una tenaz venganza.
“Ubicuo, cuando lo pensaban en las estribaciones de Antioquia, estaba por los caminos de Cumbarco. En tanto, los españoles le perseguían en la gélida estepa de los páramos, pernoctaba en las cálidas riveras del Caucayaco[4]. No tenía sosiego. El descanso no se había hecho para Calpuc. Rompía lanzas en Pavalema, en los bosques de Itani-Pubenza o en la desembocadura del Nipau[5]. Su movilidad excepcional tenía anarquizadas las tropas peninsulares”.[6]
Sus hazañas se cuentan por cientos: “Con fuego cerró las fuerzas del capital Giraldo. Sólo este quedó vivo en su rápido corcel. Al capitán Trejos que comandaba 70 jinetes le mató cuarenta. Al capitán Santacruz, en la loma de Carniceros, lo sacrificó con sus huestes; Aztigarreta es derrotado y los pueblos fundados por los españoles son, nuevamente asediados, incendiados, saqueados. Saben los conquistadores que tras la embestida existe un vigoroso brazo que dirige con rigor los combates. Solo quedaron en pie Buga, llamada Guadalajara, la fortaleza de Cartago, Caloto y Timaná, donde buscaron refugio los habitantes de Neiva, cuando esta fue quemada en 1577”[7].
“En 1602, el Carlacá Calpuc, monarca del Quindío, retorna a amenazar a Buga, Toro, Caloto, Cali, Popayán, Neiva, Almaguer, Timaná, Cartago, Sumapaz e Ibagué. Los caminos que habían retomado los españoles, nuevamente fueron interceptados (…). Cerca de la nueva Cartago con múltiples canoas y piraguas. Y siembra el Caucayaco y el Nipaua de guerreros…”[8].
De acuerdo con el relato de Bombo, Calpuc enloqueció a los españoles: “Más de cincuenta excursiones punitivas llevaba Don Juan de Borja, sin consolidar una victoria y sin que el indómito indígena fuese sometido. El Carlacá, a medida que avanzaba la resistencia, cobraba fama de brujo por encontrarse en toda parte, de ayudado de invencible decían, estaba tocado como los Shamanes, por la divinidad”.[9]
Y dice Gómez que el Carlacá Calpuc cobró fama de gran caudillo: “La realidad de esta lucha fue la de que los nuevos métodos y estrategias de combate indio, la velocidad con que hacían sus asaltos y los recios capitanes que al mando único del Carlacá cumplían sus órdenes, hacían del caudillo quindu un ser legendario, inigualable y mítico”.

Calpuc muere a manos del capitán Diego de Ospina. Gómez Santa sostiene en este episodio que siendo traicionado Calpuc por el jefe de los natagaimas y combeimas, de nombre Tuamo, conocido como don Baltazar, los pijaos empezaron a ceder en sus batallas. Y narra cómo, en el asalto que Calpuc, en compañía de su lugarteniente Coyara, hiciera al fuerte Maitó, donde se hallaba el capitán Ospina y su tropa, el Carlacá encuentra la muerte.
Gómez narra toda la batalla: “…Don Baltasar, el pijao Tuamo al servicio de los conquistadores blancos, con su criado negro, se batía, dando remolinos de muerte. “Calpuc y Coyara se dirigieron a los aposentos donde buscó refugio el defensor del fuerte, don Diego de Ospina, cuando la arremetida final y suicida de los quindus se presentó. En aquel refugio don Diego tomó el arcabuz de reserva y lo dirigió al pecho de los caciques. Estos se detuvieron. Martillado el arcabuz, no dio fuego. Simultáneamente, mandado por Tuamo, su gigantesco criado negro Juan Bioho penetró con la rapidez del rayo al recinto y lanzó sobre los caciques, cayéndoles por la espalda. En tanto que el cacique Coyara arrinconaba al negro criado, el Carlacá Calpuc arrojaba con fiereza su lanza sobre el capitán Ospina. Este, con pericia, esquivó la mortal lanzada, y antes de que el Calarcá pudiese recoger su lanza para el nuevo envite, Don Diego tomó y cargó su pistola. Al invencible quindu le estalló a boca de jarro el pistoletazo. Quemado su rostro, con cuatro postas envenenadas en su pecho, cayó al suelo, se arrastró como pudo buscando el portal. Ayudado por el cacique Coyara y en el campo abierto por sus guerreros, abandonó el campo de batalla (…) De regreso a las montañas, antes de trepar a su cordillera amada y sin que curandero alguno pudiera salvar su vida, el Carlacá Calpuc, exhaló su último suspiro en la parcialidad de Ortega…”
Es la misma historia que ha narrado Fray Pedro Simón, como también lo hizo en sus informes a la corona española el propio Ospina y lo cuentan en sus libros Lucena Samoral y Lopera Gutiérrez, arriba citados. La diferencia es que estos hablan de Calarcá como un único cacique, de Calarcá como el nombre de un indio, y no como lo que era, El Carlacá, un título que se le daba al elegido jefe guerrero de los pijaos para enfrentar la invasión extranjera.
¿Qué pasó después?
El final de esta historia se las contamos este domingo 30 de junio, en el quinto y último capítulo. No se lo pierda.
[1] GÓMEZ, Santa Óscar. La saga del Quindío, alma terrígena. Editorial Liga Latinoamericana de Artistas. Bogotá, 2006.
[2] Ibídem, pág. 54
[3] Ibídem, pag. 56
[4] Caucayaco, nombre indígena del río Cauca.
[5] Nipau, nombre indígena del río De la Vieja, o río La Vieja.
[6] GÓMEZ, obra citada, pág. 57.
[7] GÓMEZ, obra citada, pág. 58
[8] Ibídem, pág. 60
[9] Ibídem, pág. 69