Como esposa de Gabo por más de medio siglo, Mercedes Barcha conoció detalles, gustos y excentricidades del escritor. Debía poner a diario una rosa amarilla en el florero del estudio. Gabo pensaba que nada podría ocurrirle si estaba rodeado de mujeres o flores amarillas. Contaba el nobel que muchas veces rompía una tras otra las hojas donde había intentado escribir algo. De repente descubría la causa del bloqueo. No estaba la rosa amarilla en el jarrón. «Pego un grito, me traen la flor y todo empieza a salir bien». En Cien años de soledad a Mauricio Babilonia lo persiguen mariposas amarillas. Gabo contaba que siendo niño en Aracataca, cuando vivía con sus abuelos, un electricista iba con frecuencia a la casa a reparar el contador de la luz. Una vez su abuela Luisa Márquez dijo: «Siempre que viene ese hombre de la luz, se mete a la casa una mariposa amarilla».
En Aracataca, en los tiempos en que fugarse del hogar era pecado, una joven huyó de madrugada con su novio y para ocultar el hecho la abuela regó el cuento de que su nieta se había ido al cielo envuelta en una cobija. Por eso, Remedios La Bella sube al cielo agarrada de unas sábanas blancas que arrastra el viento.
Mientras su marido escribía Cien años de soledad, Mercedes se encargaba de los asuntos domésticos y de comprarle resmas y resmas de papel con la ilusión de que algún editor se fijara en la obra. Dicen que ella también consiguió el dinero para enviar los textos originales a Buenos Aires, la última parada antes de ser publicado. Con el tiempo Mercedes hizo de relacionista y apoyó la amistad de Gabo con Fidel Castro. Gabo llegó a decir: «Fidel confía más en Mercedes que en mí».
Gabo conoció a Mercedes Raquel Barcha Pardo, la Gaba, en Magangué, a principios de la década de 1940, cuando Mercedes era apenas una niña de 9 años, y él estaba próximo a irse a estudiar a Zipaquirá. La primera carta de amor que García Márquez le escribió a Mercedes Barcha, la hizo en un avión entre Barranquilla y París en 1955. Él era un joven periodista y viajaba a Europa, donde trabajaría como corresponsal para El Espectador. Se casaron el 21 de marzo de 1958, a las 11 de la mañana, en la iglesia del Perpetuo Socorro de Barranquilla. Desde entonces ella se encargó de manejar el mundo real, mientras él creaba universos mágicos con sus novelas.
García Márquez solía incluir en sus obras a amigos o personas que lo impresionaban. Mercedes aparece en Cien años de soledad con su profesión de boticaria, "la mujer sigilosa y silenciosa, de cuello esbelto y ojos adormecidos"; figura dos veces en Crónica de una muerte anunciada. Gabo dijo que Mercedes era el personaje más sorprendente que había conocido. Le preguntaron por qué no aparecía con mayor frecuencia en sus libros y Gabo respondió: «He llegado a conocerla tanto que ya no sé cómo es en realidad»
Pedro Elías Martínez