Esta canción de Julio Iglesias pertenece a la época en que la gente escribía cartas a mano. El historiador griego Helánico dice que las primeras cartas románticas las hicieron en piedra y atribuye la primera misiva de amor escrita en papiro a la reina Atosa, consorte del rey Darío de Persia, siglo V a.C. El antiguo testamento menciona la carta de Urías. El rey David fue amante de Betsabé, esposa de Urías, y como ya había criatura encargada, el rey mandó a Urías al frente de batalla con una carta dirigida al comandante del ejército, donde le ordenaba que pusiera a Urías en la parte más peligrosa del combate. Los amonitas mataron a Urías y Betsabé quedó viuda para regocijo del salmista.
En tiempos de la reina Victoria los ingleses empezaron a utilizar la carta doblada en sobre y sellada con cera. Un mensajero entregaba la carta al destinatario y éste pagaba según la distancia recorrida. En la Nueva Granada funcionaba el «Correo Mayor de las Indias descubiertas o por descubrir», otorgada en concesión por el rey a un particular en 1514.
En las escuelas enseñaban a los alumnos a escribir cartas con buena letra y modelos aprendidos de memoria. Fecha, nombre del destinatario, ciudad; se saludaba a la persona y luego: «Después de mi corto saludo, paso a contarle lo siguiente: Le cuento que…». Aquí el texto de la carta y para despedirse: «No siendo más por el momento, reciba saludes de todos los de esta casa, en especial de su madrina que tanto lo piensa y desea más verlo que escribirle». Los papás dictaban a los niños las cartas y éstos las hacían en hojas rayadas y sobres comprados en la tienda. Había personas expertas en escribir y responder cartas de amor.
La carta comunicaba sentimientos, la pérdida de un ser querido, el cariño maternal, la manifestación de una pena, de una alegría, la promesa de los enamorados sellada con un beso invisible después de la firma, en sitio marcado con una equis. Había epístolas de vida o muerte, como la que nunca le llegó a Romeo con la explicación de que la muerte de Julieta era fingida. Quien haya recibido una carta, sabe de la emoción que embargaba al destinatario al romper el sobre. Aunque todavía quedan personas que hacen cartas a mano como el papa Francisco, el correo electrónico sustituyó la carta, pero para los románticos no es igual la letra escrita por la persona amada que un texto en la pantalla.
Existen cartas curiosas o de exuberancia literaria como las de Napoleón a Josefina, de Bolívar a Manuelita Sáenz y otras señoras, de Neruda a Matilde Urrutia, una de Leonardo Da Vinci pidiendo empleo, la de Virginia Woolf antes de lanzarse al río, la de Beethoven a su amada inmortal y la carta de don Quijote a Dulcinea:
«Soberana y alta señora:
El herido de punta de ausencia y el llagado de las telas del corazón, dulcísima Dulcinea del Toboso, te envía la salud que él no tiene. Si tu fermosura me desprecia, si tu valor no es en mi pro, si tus desdenes son en mi afincamiento, maguer (aunque) yo sea asaz de sufrido, mal podré sostenerme en esta cuita, que además de ser fuerte es muy duradera. Mi buen escudero Sancho te dará entera relación, ¡oh bella ingrata, amada enemiga mía!, del modo que por tu causa quedo. Si gustares de socorrerme, tuyo soy; y si no, haz lo que te viniere en gusto, que con acabar mi vida habré satisfecho a tu crueldad y a mi deseo.
Tuyo hasta la muerte,
El caballero de la triste figura».