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El año entrante

31 diciembre 2017 7:48 am
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El año nuevo, el año venidero, pertenece al inventario de la esperanza. Todos deseamos que individual y colectivamente el futuro traiga el paraíso de una vida mejor. La humanidad avizora en el año venidero el cumplimiento de propósitos, metas y anhelos no estipulados para el año viejo o que pudieron quedar pendientes de realización; el cambio de calendario es el instante adecuado para los buenos augurios. Tal vez con los deseos de bienestar enmarcados en el saludo de año nuevo, envasamos la felicidad como un aroma asociado al tiempo, no solo de un día sino de todo el almanaque por venir. Tal vez a la costumbre de augurar feliz año nuevo debiera añadirse también la de desearnos un feliz año viejo, es decir, reconocer la realidad de haber vivido con plenitud ese retazo de la vida como un tiempo con momentos felices, del cual, como dicen, nadie puede quitarnos lo bailao. Y en este caso los kilósofos preguntamos si no sería preferible la felicidad vivida a la que está por llegar.

Un año entrante conlleva también la expectativa de cumplir los proyectos pendientes: esto o aquello, un trabajo, el matrimonio, un viaje, dejémoslo para el año entrante. Quizá haya una lista de intenciones que prometemos hacer al año siguiente, pero nunca realizamos. Muchos deseos llevan décadas en la cola de un año a otro; han pasado demasiadas despedidas de año y las intenciones no sobrepasan las doce campanadas. Saludable sería, dicen los ociólogos, proponernos algo que sí vayamos a cumplir antes de quemar el Año Viejo.

Hacer dieta, por ejemplo, es una de las satisfacciones que el nuevo año depara a los más pobres. Los impuestos, la escasez de alimentos, la tasa de interés y el ministro de hacienda se encargarán de que en el 2018 buena parte de los miembros del censo electoral merme de peso y se libre de infarto, triglicéridos y demás problemas relacionados con el demasiado comer. Si no fuera por la carestía ¡cómo anduvieran de gordos los asalariados!

Cada quien tiene sus deseos recónditos: que el Deportes Quindío salga al fin de la B, que en la vida cotidiana se pueda aplicar el VAR, que la corrupción tenga corrección, que no haya otra reforma tributaria vía fast track, que el aumento del mínimo supere la cifra de la inflación, que vivamos en paz, (lista interminable).

El ciclo docenal del calendario chino empieza en febrero y designa cada año con el nombre de animales muy aplaudidos entre los humanos: conejo, mico, cerdo, serpiente, camello, camaleón, oso, buitre, lagarto, etc. El año entrante será el del perro y para nosotros podría ser el del cangrejo. Aun así el año venidero no ha perdido su ropaje de luz, el antojo de vivir en un mundo mejor, representa un ideal, una esperanza, así empecemos el año con la fiesta de la Circuncisión.

Mi deseo para ustedes, amigos, que con tanta benevolencia me aguantaron este año sin protestar: Tengamos fe en el 2018, que se cumplan todas las buenas promesas propias y ajenas, incluyendo las electorales. Creer que vendrán tiempos mejores es atributo de los mortales. Cicerón dijo que todo viejo esperaba vivir un año más.

¿Qué sería de la humanidad si no hubiera un año entrante?

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