Pedro Elías Martínez
Loro viejo no aprende a hablar, eso dicen. Pero el loro simboliza al suelo americano.
Colón vino a esta parte del mundo y el primer día cerró el diario con la siguiente anotación: «Ninguna bestia, de ninguna manera vide, salvo loros y papagayos». Y regresa a España con un loro al hombro.
El loro podría presidir con justicia banderas o escudos de nuestros países, por ser el pájaro continental.
El loro tiene una cuota de inteligencia muy alta, según las observaciones científicas. Hay loras cuyo nivel emocional corresponde a un niño de dos años. En redes sociales, no solo hay videos de loros cantando alabanzas, sino de loros repitiendo sandeces.
Parte del triunfo de Julio César, descrito en sus Comentarios a la guerra de Las Galaxias, se debió a su idea de entrenar a legiones de loros, para que insultaran en coro a sus adversarios antes de las batallas.
Estas mascotas tienen la particularidad de estresar con sus alaridos a personas enfermas de los nervios. No hace mucho, una anciana llamada Emmanuelle Sépharad, de ochenta años, residente en las afueras de París, viuda, sin enemigos, muy apreciada por sus vecinos, fue la primera víctima de la agresión de un maniático a quien los medios de comunicación apodaron el terrorista del loro. El desquiciado logró entrar al dormitorio de la señora Sépharad, liberó a un loro mortífero que traía en un canasto y desapareció sin dejar plumas. El animal empezó a proferir maldiciones y gritos insoportables y groseros que minaron las fuerzas de la mujer. A pesar de los desvelos de las autoridades, nadie consiguió alejar al loro de la habitación, ni callarlo. Finalmente, el alguacil, con permiso del juez le cortó el pescuezo al animal, pero ya era tarde. La señora Sépharad murió enloquecida al cabo de una semana. «Viendo el éxito obtenido por su primer ataque, el terrorista del loro empezó a liberar aves mortíferas por doquier, provocando la muerte de incontables ancianos», incapaces de soportar el escándalo de los verdugos emplumados. Pasado un año, el terrorista del loro desapareció y nadie sabe de él. Las autoridades suponen que fue víctima de su propio invento.
El loro representa el arte de hablar paja o de la verborrea, es decir, el destino manifiesto de los políticos, hablar como loras mojadas, sin saber de qué ni por qué. Y también el de sus votantes, entender al revés cuanto les dicen y reproducirlo en redes sociales.
Los ingleses nos llevan años de ventaja en loricultura y captaron el simbolismo a la perfección. Su asamblea legislativa recibe el nombre de Cámara de los Loros.
CANCIÓN PARA UN AVE COOL
A mi lora, que ensaya los sermones
en la cuerda de ropa encaramada
y dice una que otra animalada
como parlamentario en las sesiones,
dedico este cantar. Vieja y pelada,
sobrevive en perpetuas vacaciones
y merienda con vino y mantecada,
más contenta que bobo en elecciones.
¡Feliz tú, paladín por excelencia
de la libre expresión! Muerta de risa
te ganas el respeto de la audiencia
con frase maternal o reputada.
Porque puedes decirnos hasta misa
y ninguno te pega una vaciada.