La paz con las Farc que firmó el presidente Juan Manuel Santos ha dado el salto del papel a los hechos.
Tal proceso ocurre en el marco de un proceso de construcción del posconflicto mediante la implementación de los consensos alcanzados en La Habana, Cuba.
Por desgracia hasta el momento los resultados no son los mejores, pues los textos han sido desviados de su sentido original como en el caso de la Justicia Especial para la Paz; la Reforma Rural Integral es una ilusión; la intolerancia política se ha cobrado la vida de cientos de líderes sociales y de guerrilleros desmovilizados; la erradicación forzosa de la coca prevalece sobre la sustitución voluntaria.
Es lo que explica el rebrote de la guerra del Estado contra el Eln, a quien Santos pretendió aplicar la terapia suministrada a las Farc, para alcanzar una entrega exprés de las armas y los acumulados políticos históricos de dicha fuerza revolucionaria.
La misma ruta presenta la transformación de las Farc en partido político.
Los grandes poderes sociales, económicos y políticos que están saboteando la construcción institucional de la paz con leyes, actos legislativos y sentencias de la Corte, han activado sus mecanismos de hegemonía ideológica y cultural para promover una fementida 'resistencia' al interior de la vida cotidiana y en los espacios públicos primarios para linchar, atacar, hostilizar, agredir y golpear a los líderes más visibles de la Fuerza Alternativa del Común, el partido de la rosa: 'Timochenko', Márquez y Bihojó.
Las primeras manifestaciones de esta oscura reacción se dieron el pasado fin de semana en el Quindío, en Armenia, en Quimbaya, en Pereira y en Florencia la capital del Caquetá.
No se trata de algo espontáneo. Es parte de un esquema delineado por la extrema derecha, beligerante del sabotaje al fin de la guerra que implican los pactos parciales con las Farc.
En el caso de Armenia y Quimbaya, el asalto protagonizado por las hordas lumpenescas del fascismo fue claramente orquestado por sectores muy oscuros ligados a la famosa Mano Negra, imperante en la región, experta en campañas de limpieza social. Nos trae a la memoria los procedimientos utilizados por los 'Leopardos' de Caldas y Manizales en los años 30 del siglo pasado y de la tropa chulavita laureanista de los años 50.
Esta manifestación de odio e intolerancia en pleno centro de Armenia y en la plaza principal de Quimbaya debe ser rechazada por las mayorías civilistas del departamento. No podemos permitir que el territorio quindiano lo conviertan en un campo de guerra y ultraje político.
No podemos permitir que se revivan las épocas de la siniestra Violencia de los años 50 y 60 del siglo pasado, cuando la masacre asoló nuestros campos y veredas.
Es en tal sentido que resulta oportuna la idea de promover y firmar un pacto político por la paz tal como quedó consignado en los textos del Acuerdo de La Habana y que ya se ha firmado en otras regiones como los Llanos Orientales.
Se trata de un pacto político entre todas las fuerzas sociales y políticas, institucionales y privadas, para hacer de la paz el referente principal de la vida cotidiana y del espacio público ciudadano.
Un pacto de esta naturaleza debería tener en el actual gobernador del departamento su principal líder dado que dicho funcionario fue designado recientemente como presidente del Ocad de la paz, organismo que canaliza buena parte de las inversiones para la implementación de la paz.
Manos a la obra.