Tengo un gran amigo hace muchos años, del que me retroalimento constantemente y recibo consejos del diario vivir, la felicidad, la familia, noticias de farándula, política y economía. Los encuentros son en su oficina, por donde pasan altos funcionarios del gobierno, empresarios nacionales y extranjeros, artistas, políticos de los más diversos pensamientos, hombres y mujeres que nos peleamos una cita con este gran gurú, que lo sabe todo y que conoce lo que cada uno de nosotros pensamos y sentimos. Esperando mi turno, soy testigo que le cuentan todo, los he visto reír a carcajadas con él y también llorar, a los que calma con sus sabios consejos, conoce intimidades de distinta índole que fácilmente podrían desatar tormentas desastrosas. Su oficina está en el corazón financiero del país en la ciudad de Bogotá y se llama “Cristian Valdez”, él se autodenominó así, porque es el embolador, o como el mismo lo dice, el zar del calzado en una de las tiendas Juan Valdez de la capital de la república.
Dos días antes de entrar en cuarentena y recientemente en mis primeras salidas, Cristian me hacía un análisis sobre el antes y el después del Covid-19, que francamente al oírlo lo recomendaría para dar charlas, en los principales foros de discusión sobre las fórmulas para reactivar el país y seguramente sería muy aplaudido. Me decía, “Apreciado colega, yo heredé este cargo de mi padre, con él educó una amplia familia, algunos de mis hermanos estudiaron, yo me dediqué a la empresa y en ocasiones, gano más que algunos de éllos, pero este cierre temporal me ha puesto a pensar mucho, ya que si no produzco, mi familia pasará muchas necesidades, mi hija que está en un jardín del distrito, aunque lo que pago es poco, yo les compro adicionalmente frutas, jugos y ropa para élla y mi señora. Esto lo consigo en la plaza de mercado cerca a mi casa que apenas está abriendo, mi compadre Hildebrando y mi vecina Eloísa, no están yendo a trabajar porque tienen más de 65 años de edad y por temor al contagio y acatando las disposiciones legales se quedan en la casa, pero ya no tienen que comer, de vez en cuando paso y les llevo algo, gracias a Dios y a unos ahorritos que ya se me están acabando. Porque transito en bici, cada 15 días debía llevarla a mantenimiento a un taller de un vecino, que obviamente no lo he podido hacer. Cada fin de mes salía con mi familia por Bogotá e íbamos a comer un helado y luego a almorzar al lugar que más nos gusta, en el 20 de Julio, que además aprovechábamos para agradecerle a Dios por la felicidad y la salud de mi familia, al igual que le pido que no me falte la cuotica del apartamento que estoy pagando en el sur. Colega, me dice, estuve mercando en un supermercado muy barato, pero me llevé una gran sorpresa leyendo de donde venían los productos, el arroz viene de Ecuador, las lentejas de Canadá, el maíz de Estados Unidos, el pollo de Honduras, los jabones y detergentes son importados de varios países, y en fin, me puse a pensar que Colombia con estas bellezas de tierras que tenemos, podríamos producir todo eso y le compraríamos a nuestros campesinos. Conozco varias fábricas en Puente Aranda, donde trabajan muchos amigos y producen lo que compramos todos los días en esos sitios”. Son varias las enseñanzas de mi amigo Cristian, que de forma tan simple, nos muestra una de las reglas claves para reactivar la economía. El consumo interno, que como se define en macroeconomía, es el fin esencial de la actividad económica, es la utilización de bienes y servicios para nuestra satisfacción y la de otros. (Hall, Taylor y Rabasco) definen el consumo como “El gasto de las economías domésticas y está formado por compras de (1). Bienes duraderos, como lavavajillas, (2). Bienes no duraderos, como alimentos, ropa, gasolina y (3). Servicios, como cortes de pelo, asistencia médica y educación” todo lo anterior, nos lleva a un proceso cíclico, donde el hombre produce para poder consumir y a la vez consume para poder producir. El gobierno nacional, los gobiernos regionales y locales, las cámaras de comercio, las organizaciones de competitividad, las de campesinos y consumidores, los fondos de emprendimiento, los gremios, pero especialmente todos y cada uno de los que vivimos en este hermoso país, tenemos la obligación hoy más que nunca, de conectarnos unos con otros, a través de las distintas organizaciones y plataformas tecnológicas, para que esa frase de “Colombiano compra Colombiano” no quede en simple retórica para salir del paso. A consumir y producir se dijo!