Johan Andrés Rodríguez Lugo
La semana que materializa el amor que Dios tuvo con la humanidad llegó a su fin. Abandonar – y luego resucitar, claro – a su único hijo para que el mundo, este mundo, hiciera lo que mejor sabe hacer con quien ostenta ubicarse en un espacio no correspondido fue, y ha sido, la forma en que se nos enseñó que hasta un dios como nuestro Dios es capaz de hacer lo que sea por la humanidad que tanto ama, y en donde las profecías y las formas se hacen tangibles, pues se nos dice y decimos que las cosas tuvieron que ser así para que ahora se reconociera la grandeza del hijo de Dios, que no es Dios sino la materialización de Dios. Siempre pensé que estaba clara la diferencia de la Santísima Trinidad, pero me he dado cuenta que no, la gente suele confundir a las tres personas distintas del solo Dios verdadero.
Durante la Semana Santa pasada también se nos permitió el descanso, un cúmulo de días en los que se hicieron cosas: Se adelantaron trabajos, se retomaron proyectos, se recuperaron cosas que no se habían podido hacer y hasta se realizaron con más calma las tareas del hogar y de los estudios. Algunos vacacionaron, otros se quedaron en casa, otros descansaron. Se vieron series, películas o se leyeron libros. O no se hizo nada que también, en estos tiempos compulsos, es hacer mucho.
De todo lo anterior, aquí adelantamos trabajo, retomamos tareas y vimos series y películas como la cuarta temporada de YOU, la cuarta entrega de John Wick y, claro, Súper Mario Bros la Película.
Iniciaré, entonces, con una escena que me llamó mucho la atención en YOU: El personaje principal, en un momento de lucidez tardía, se da cuenta que lo vivido no era la realidad. Hasta hace 3 temporadas con sus capítulos, la habilidad y sagacidad del protagonista fue el hilo narrativo de lo que ocurría. Nuestro “héroe” sabía qué hacer, y cuando no, improvisaba, que no estaba mal, porque la experiencia – su experiencia – le permitía tomar decisiones de manera automática y salir victorioso. Sin embargo, en el antepenúltimo capítulo, cuando la temporada está en su momento más alto, cuando sabemos que ya llegará el final y “el malo aparecerá” ocurre algo inesperadamente esperado para quienes hemos seguido la serie y la vemos desde afuera y desde adentro: el malo siempre fue el supuesto bueno. Entonces aparecen las preguntas: ¿Cómo se lucha contra uno mismo?, ¿Lo que hacemos es suficiente para hacer el bien?, ¿Qué hacemos cuando nos damos cuenta que somos nosotros el error?, ¿Cómo aceptar que lo que ocurre en mi mundo es producto de mis decisiones?, ¿Si todo lo hice por amor por qué todo salió mal?
Hay una escena intermedia entre pelea y pelea de la cuarta entrega de John Wick, en donde los grandísimos Ian McShane, interpretando a Winston, el gerente del Continental; y Laurecen Fishburne, interpretando a “The Bowery King”; conversan con nuestro señor Wick sobre la frase que pondrían en su epitafio. Los tres personajes se detienen a pensar en el inminente final que tendrán. La muerte, tanto en este mundo como en el nuestro es inevitable y antes de la preocupación viene la certeza, que luego de tanto y todo, esa frase quedaría plasmada en una roca al lado de la tumba de la esposa, quien es la razón principal para que Wick luchara por su libertad. En la primera película entendimos que todo lo que hacía era por amor: dejó su vida de matón por amor, se casó con su amada esposa por amor y hasta emprendió una guerra por el amor a su mascota asesinada. En Wick, irónicamente, uno de sus movilizadores es el amor: A su trabajo, a sus amigos, a su esencia. Y este amor es tan grande que ha permitido cuatro películas completas de guerra, balas, cuchillos, pistolas, escopetas y lápices, para terminar con una frase que resume completamente de lo que va este espacio: Amado esposo.
Finalmente en Súper Mario Bros recordamos que todo se puede hacer por amor, ¿en serio?, Browser mató, colonizó, destruyó y encarceló a cientos por amor. Obtener la estrella era el inicio de su misión de enamoramiento a la princesa Peach. El juego y la película han tenido como movilizador el amor, “el amor”, pues todo lo que ocurre, tanto en Mario salvando a la princesa, como en Luigi ayudando a Mario, como en los Kong, como en el reino champiñón ha sido rodeado por el amor. Dentro de esta película que hace lo que tiene que hacer. Que no es pretenciosa en sus formas, sino que con un guion simple recuerda que algo bien hecho es totalmente satisfactorio si se sabe trabajar, nos deja a los fanáticos de antaño un respiro ante otras producciones que buscaron erróneamente trascender o salvar las sagas. En Mario Bros solo vimos un guion con su inicio, su conflicto, su movilizador, sus personajes, su desarrollo y su final.
Pero nos queda entonces la pregunta: ¿todo lo anterior fue hecho por amor? Conversemos sobre esto, el supuesto amor que hace a las personas luchar por lo inalcanzable, que hace que digamos cosas que quizás no queremos, pero debemos; que ha hecho a las familias conservarse a pesar de todo, que ha permitido a presidentes tomar decisiones por el amor a su pueblo. Decisiones que ya sabemos en qué terminaron. Ese amor que tanto se nos ha enseñado y que realmente ahora podemos decir que no es, pero que tampoco es necesario cuestionar en producciones ficticias sino que se trata de replantearnos en la realidad, porque señalar desde la literalidad lo que ocurre en una expresión artística es un lavado de manos total a la responsabilidad que tenemos como seres pensantes y sintientes ante la explosión de información que tenemos. Si queremos, pienso, vivir realmente desde el amor, lo ideal sería no repetir los patrones que sabemos que no funcionan, cambiar las formas, pero no señalar cosas que simplemente son el reflejo de lo que ya es, porque cómo podríamos cuestionar a un Browser que en su estado más consciente de enamoramiento canta en tono Jack Black:
Peaches, peaches, peaches, peaches, peaches.
Peaches, peaches, peaches, peaches, peaches
¡I LOVE YOUUU!
Peaches, peaches, peaches, peaches, peaches.
Peaches, peaches, peaches, peaches, peaches
¡I LOVE YOUUU!