Johan Andrés Rodríguez Lugo
Se acerca el lanzamiento de Deadpool 3 en donde el gran Hugh Jackman regresa como Wolverine aunque había afirmado no hacerlo más. Sabemos que con el pasar del tiempo y la idea de nuevos rumbos, el actor que encarnó icónicamente a uno de los X-Men más importantes, había dicho ¡Nunca más a las garras!, sin embargo y gracias a las influencias de Wade Wilson, o mejor, de Ryan Reynols quien en la vida real también es amigo del actor, decidieron entregarnos una última aparición de Lobezno, Logan, Guepardo, Wolverine, o “ese de las garras”. El fenómeno de la franquicia X-Men es internacional, reconocida y añorada desde sus primeras apariciones del comic en 1963. Mientras esta épica ocurre, hoy hablaremos del lanzamiento de X-Men´97.
Los guionistas, encabezados por Beau Demayo, a quien luego despiden por razones que no están claras, pero que se relacionan con su cuenta de Onlyfans y su actitud con el equipo de trabajo, nos presentan un comienzo del equipo de Xavier de la misma forma que inició la entrega de X-Men: The Animated Series (1992–1997), con un adolescente a quien persiguen por sus poderes mutantes. Este relanzamiento se puede ver en Disney+ desde el 20 de marzo y ya tiene nuevos fans, nuevos memes y demasiados spoilers. Lo importante es que la discusión es la misma: aceptación, visibilidad, cuidado y reconocimiento de la otredad. No sé si con los “avances” sociales que hemos tenido desde hace décadas y con lo “conscientes” que parece que somos de la otredad, esta serie cale de tal manera como lo hizo antes, porque incluso ya hay “controversias” sobre la forma de presentar a los personajes o la cotidianidad de estos en donde temas que parecen nuevos se habían trabajado hace 30 años. X-men se presenta como la materialización de la diversidad y la forma en que asistimos a esta.
Los otros, los de allá, los diferentes, la otredad son conceptos ajenos a quienes aún hoy consideran que la normalidad existe, que hay solo una forma de hacer las cosas, que tenemos un lado bueno y uno malo, que las personas solo se deben comportar, amar y pensar como se dijo en algún momento de la historia. ¿Cómo habrá sido ese instante en que decidieron “darle orden” al caos que habitaba el mundo?, porque el orden que pensaron como ideal resultó ser totalmente excluyente. Suponemos, porque se nos ha dicho, que con el avance tecnológico, el tiempo que pasa, la historia y los errores, aprendemos a no hacer lo mismo, pero esta discusión es de no acabar, la pregunta es: ¿Ya estaremos listos para aceptar la diferencia?
Cuando se habla de discurso de odio, debemos remitirnos a “La pirámide del odio”, una propuesta de Anti-Defamation League, una organización creada en 1913, que grafica la forma en cómo se comporta el odio hacia la diferencia, iniciando por comentarios discriminatorios, bromas o prejuicios infundados, pasando por acciones como acosar, excluir o insultar, llegando a discriminar desde lo laboral, económico y político, tomando acciones violentas como violaciones o asesinatos individuales, hasta llegar al genocidio que es la erradicación completa de “una especie”, “un grupo diferente”, “una población” o una sociedad. Si encuentran similitudes con algo que pasa en el presente, es porque somos un mundo globalizado que se encuentra, además, en este tipo de situaciones. La diferencia en pensamiento, acciones y concepciones de mundo ha cobrado sociedades enteras y seguimos como si nada, señalando, juzgando y cuestionando a quien se sale del status quo que se inventaron y que impusieron.
X-men ha sido una de mis series favoritas, porque me hizo comprender que el encontrarme distinto a los demás por usar lentes a temprana edad no era negativo. Comprendí que mis defectos físicos de nacimiento eran también, en su momento, creaciones de Dios y que al ser reales eran igual de perfectas que quienes veían con ambos ojos. Es decir, nací así, con este defecto ocular, además de otros, pero al no ser culpa mía no podía sentirme mal al respecto, así desde el otro lado se me señalara, juzgara o ridiculizara por usar lentes. Yo vivía con la idea de que me parecía a Cíclope y lanzaba rayos por mis gafas, pero crecí y me convertí en un Logan que recibe migajas de amor, en fin, para Stan Lee, en ese momento, era necesaria la discusión sobre lo que ocurría con una especie humana que nacía “de forma distinta”, con poderes o habilidades especiales y cómo era recibida en esa “sociedad normativa”. Lo demás es historia.
Los comics y las series animadas han logrado traspasar la exposición de técnicas y formatos de diseño y procuraron desde siempre ser la herramienta de denuncia a situaciones que de otra forma no se hubiesen tenido en cuenta, no solo en lo político, sino en lo individual, lo interno, como la pregunta sobre el amor, la vida, la angustia, las enfermedades mentales, el encontrarnos distintos, el sentirnos alejados de lo que se supone es nuestro grupo social, nuestra familia o nuestro país. X-men no va a proponer discusiones nuevas, solo procura seguir la conversación, que ya esta sociedad ha ido superando, aunque es evidente que falta mucho, por ejemplo, para comprender el amor y las relaciones sociales en este ámbito.
Wolverine sigue esperando algo que Jean nunca le podrá ofrecer y aunque es uno de los más poderosos, eternos y con mayores problemas de relacionamiento, pareciera que el habitar en la espera del amor lo hace seguir en el camino de la búsqueda constante de la razón de vivir, porque las discusiones éticas, literarias, filosóficas y sociales, siguen siendo parte de la serie y de nuestras vidas cotidianas, porque ya las canciones, los poemas y las series o películas, nos exponen la condición humana desde el hastío social y el querer ser amados junto con el desamor inentendible y el hecho de que pareciera que a los buenos les pasan las peores cosas, como a Guepardo, que aunque ya lo habían dejado descansar en “Logan (2017)”, nuevamente Jean lo trata como un ser especial aunque realmente sea un simple souvenir. Quizás en esta entrega y con “el conocimiento” que tenemos del amor romántico, tóxico y no correspondido, Logan comprenda que no es ahí y termine su búsqueda inconclusa que es, pareciera, la de muchos y muchas: ¿Habrá quien nos quiera realmente tal cual somos?