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¿Es cretino, un cristiano?

7 enero 2018 7:44 am
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Hay quien quisiera esconderlo y hay quien, si obligado, lo admite a media voz. Sin embargo, es un hecho: la palabra "cretino" tiene su origen etimológico de "cristiano".

Una derivación todavía más evidente en francés donde la diferencia de la pronunciación entre chrétien y crétin es solamente la "i". Todos están de acuerdo: cretin en inglés, Kretin en alemán, cretino en italiano: es un fenómeno de unanimidad significativa que implica también los idiomas eslavos y orientales.

Pero, ¿por qué, según aquel espía infalible que es el idioma, el cristiano es un cretino? Así se pensó de él desde el comienzo, como ya se lee en las cartas de Pablo, quien en lugar de indignarse admite que es verdad.

Es que, a menudo, no advertimos la desconcertante unicidad del Evangelio. Tomarlo en serio no es únicamente creer que Dios se hizo hombre, no es solo creer que aquel hombre fu súbdito de la provincia más despreciada del imperio romano, no es solamente creer que aquel súbdito fue además un inculto, un carpintero que salió de la aldea más oscura y vilipendiada.¿ "de Nazaret puede surgir algo bueno?"

Además, creer en el Evangelio es también creer que aquella historia, que por sí misma es improbable, no tuvo un fin agradable, aun mas, tuvo el peor fin. De hecho, se concluyó sobre la "taeterrima" cruz (aterradora cruz), como la llamaban con horror los historiadores de la época, sobre el más infamante de los instrumentos de tortura inventado por el sadismo humano. Aquella cruz repugnaba tanto que tuvieron que pasar cuatro siglos antes que los cristianos la dibujaran.

¿No es quizás "cretino" arrodillarse delante de aquel desgraciado que la cruz degradaba oficialmente (así lo sancionaba el derecho romano) de persona a animal, aun mas a cosa? Esta imagen desvalorizada y desvalorizante de Dios, es de hecho un escándalo intolerable para los demás monoteísmos: para el islamismo con su Allah inaccesible; y también para el hebraísmo con su Yahvé tan cerca y al mismo tiempo tan lejos hasta no poderse pronunciar su nombre.

Y es una penosa ilusión para todas las religiones de Asia, comenzando por la India: como el pobre no puede ayudar al pobre, así quien sufre no puede ayudar al otro que también sufre.

Reconocer a Dios en Jésus, carpintero de Galilea, es un escándalo.

Y podría ser verdad si viviéramos en un mundo sin cruz. Pero, cuando nos descubrimos, a menudo, clavados al dolor, al mal y a la muerte, cuando hacemos este descubrimiento (y antes o después lo hacen todos) entonces estaremos de acuerdo con S. Pablo: la fe en aquel condenado es "stultitia", es "cretinada”. Porque en él, el que sufre, comprueba que "lo que es estupidez de Dios, es más sabio que los hombres, y lo que es debilidad de Dios es más fuerte que los hombres".

La tradición aconseja poner frente a la mirada de quien está muriendo un crucifijo. Y tiene razón ¿prescindiendo de aquella muerte, existe otra posible mirada en el mundo que pueda decir lo mismo a quien está muriendo? Solamente un Dios que sufre puede venir en ayuda. El amor del Dios en Jesús no me protege de todo sufrimiento. Me protege sin embargo, en todo sufrimiento.

Yo puedo, debo rebelarme a un Dios lejano y ausente. Pero no puedo rebelarme a un Dios que en su sufrimiento me reveló su amor. La muerte es un hecho, el más concreto, el más terrible de los hechos. Se puede buscar una respuesta a su existir en todas partes, sin embargo, únicamente se encuentra la respuesta cristiana a aquel hecho que responde con otro hecho concreto: pasión, muerte y resurrección de un hombre. Aquel que padeció bajo Poncio Pilato, murió y fue sepultado y que al tercer día resucitó.

El sufrir, el morir, cuando carecen de significado y esperanza, ni elevan ni ennoblecen; embrutecen y arrojan una sombra de absurdo, aún en la vida que más feliz haya sido. Sufrir, morir así, no es bello ni bueno.

El sufrimiento y la muerte nunca serán "bellos"; pero misteriosamente pueden volverse "buenos", si vividos con una Persona. No existe otra, que padeció, que haya muerto como nosotros, por nosotros, para señalarnos un sepulcro vacío más allá de la catástrofe, para indicarnos una luz después de "la oscuridad sobre toda la tierra" que tarde o temprano caerá sobre todos.

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