Negligencia

30 agosto 2019 2:46 am

Compartir:

Desde hace años el mundo científico ha llegado a reconocer siempre más la importancia que fe y ciencia tienen para el hombre.

"La ciencia y la fe son ambas indispensables para el buen equilibrio psicológico del hombre. Un saber que se esfuerza por expulsar al creer, no es un buen saber… Nuestra época tiene sin duda, la necesidad de reconciliar la ciencia y la fe". (Jean E. Charon, físico francés).

Afirmación muy interesante para un hombre que en sus obras se manifiesta como simple científico, neutral, frente a toda creencia metafísica. Sin embargo, continúa diciendo: "…los resultados de la ciencia moderna, de modo muy curioso y espontaneo, vienen a afianzar en diferentes terrenos, la actitud religiosa".

Lo mismo corrobora de una manera bastante expresiva el científico español Miguel Masriera, al decir, un poco humorísticamente que "la física ha resultado ser como una chica a la que se hubiese educado como bailarina y se hubiere metido a monja". Porque si bien la ciencia a fines del siglo pasado, parecía abocada a un "rabioso determinismo materialista", con el darwinismo y el monismo hegeliano, los descubrimientos que se iniciaron a principio de siglo pasado (Einstein, Heisemberg…) la han llevado por vías completamente opuestas. Hoy en día afirma de manera terminante Masriera: “la ciencia sirve en bandeja los argumentos para sustentar las realidades básicas del cristianismo".

Por esto no es de extrañar que los más representativos hombres de ciencia se hayan profesado creyentes.

He aquí un pequeño resumen de testimonios.

Guillermo Marconi, premio Nobel: " lo declaro con orgullo: soy creyente. Creo en el poder de la oración y creo no solo como católico, sino también como científico".

R. Milikan, físico, premio Nobel: "después de esto habrá alguien que hable aun del materialismo de la ciencia? Más bien, el científico se une al salmista de hace miles de años para proclamar con reverencia que " los cielos declaran la gloria de Dios y el firmamento anuncia las obras de sus manos ". El Dios de la ciencia es el espíritu del orden racional, el factor que integra el mundo de los átomos y del éter, de las ideas y de los deberes de la inteligencia. El materialismo no es seguramente un pecado de la ciencia moderna."

Max Plank, matemático, físico y astrónomo, fundador de la teoría "cuántica", según el cual el intercambio energético entre materia y radiación no se realiza de una manera continua sino en forma discontinua, por medio de "cuantos" o elementos energéticos. Él, que también fue premio Nobel, afirma: "nada, pues, nos lo impide, y el impulso de nuestro conocimiento lo exige…relacionar mutuamente el orden del universo y el Dios de la religión. Dios está para el creyente en el principio de sus discursos, para el físico en el término de los mismos".

Einstein, fundador de la física moderna para combatir a los que acuden al azar para explicar el comportamiento del universo, escribió una frase que luego repitieron muchos otros científicos. "El buen Dios no juega a los datos". Asimismo, se le debe a Einstein la siguiente confesión: "A todo investigador profundo de la naturaleza no puede menos de sobrecogerle una especie de sentimiento religioso, porque le es imposible concebir que haya sido él, el primero, en haber visto las relaciones delicadísimas que contempla. A través del universo incomprensible se manifiesta una inteligencia superior infinita: la ciencia sin religión es coja y la religión sin ciencia es ciega".

Y termino con una consideración del filósofo Michel Serres, fallecido el primero de junio de este año, que en su obra El Contrato Natural nos recuerda: "…la religión rememora, hila, anuda, congrega, acoge, liga, une, realza, lee o canta los elementos del tiempo. El termino religión expresa exactamente ese recorrido, ese inventario o esa extensión cuyo inverso tiene por nombre negligencia, aquella que no cesa de perder la memoria… ¿qué palabra sublime sitúa la lengua frente a lo religioso, para negarlo? Negligencia.

Quien carece por completo de religión no debe llamarse ateo o no creyente, sino negligente".

 

El Quindiano le recomienda