Por Agostino Abate
La religión nace como un intento de dar un sentido al misterio de la vida y, el primer instrumento con el cual trabaja en ese intento, es el mito. El mito es el lenguaje de lo sagrado. Tomamos, por ejemplo, la narración del Génesis acerca del árbol del conocimiento del bien y del mal. Este árbol ¿existió o no existió? No existió, ciertamente nunca existió. ¿Entonces quiere decir que es una falsedad? No. El hecho que sea un elemento mítico dentro de una narración mítica no significa que no sea digno de verdad, como un evento históricamente acaecido, significa por lo contrario que es más histórico. El mito es más real que la historia porque lo que es histórico ha acaecido realmente una sola vez, mientras que lo que es mítico acaece realmente todos los días. El mito es la forma más originaria que el pensamiento humano haya elaborado para expresar la intuición de la verdad de la vida.
Luego del intento de dar significado al misterio de la vida, la religión se ha ido fortaleciendo con el rito y la ley. Esto para responder a precisas exigencias humanas a las cuales pretende ofrecer soluciones prácticas con sanaciones, bendiciones, maldiciones, exorcismos, templos para la oración, vestimentas. Sin embargo, el instrumento principal por medio del cual la religión actúa es el rito, sobre todo en la forma de sacrificio y en las más variadas tipologías. Luego vienen las liturgias colectivas, colectivas por definición, porque liturgia significa precisamente “obra del pueblo”. Luego vienen las prácticas personales como oraciones, ayunos, ejercicios ascéticos, meditaciones, peregrinaciones…
Sin embargo, todas las más importantes religiones históricas además de tener ritos y leyes propias, tienen una regla moral en común para una respetuosa convivencia llamada “regla de oro”. Y por medio de las religiones esa regla de oro se ha vuelto de conocimiento universal.
Hace pocos días escuché una entrevista radial a un ex alcalde de Medellín y ex candidato a la presidencia de Colombia. Le preguntaron: “Ud. tiene muchos enemigos en el país, ¿cómo hace a mantener esa serenidad?” Contestó el entrevistado: “Yo tengo una filosofía personal que consiste en “no haga nada a los demás que no te gustaría te hagan a ti”. Tal vez sin saberlo expresaba como suyo un concepto universal muy antiguo y profesado por todas las religiones.
Las cuatro religiones actualmente más profesadas por el ser humano son: el cristianismo, el islam, el budismo y el hinduismo. Con motivo del fuerte retorno a lo religioso que se ha dado en los últimos años, los estudios recientes arrojan los siguientes resultados: en 1900 las cuatro religiones citadas tenían el 67 por ciento de los adherentes, en el 2005 alcanzaron el 73 por ciento y se prevé que en 2050 esas grandes religiones sean profesadas por el 80 por ciento de la humanidad.
A lo que aspiran todas las grandes tradiciones espirituales que profesan una religión, el cual término quiere decir relación armoniosa de los seres humanos con la divinidad y relación armoniosa de los seres humanos entre sí, es la vivencia de la llamada regla de oro que resume de alguna forma la importancia de vivir en el respeto y en la solidaridad recíproca.
De hecho, las grandes religiones han llegado por distintas tradiciones y, a menudo sin interdependencia, a proponer la misma regla de oro que afirman querer profesar.
El hinduismo: “No deberíamos tratar a los demás de una manera que no nos gustara que trataran a nosotros: esta es la esencia de la moral”. (Mahabharata)
El jainismo: “El hombre debería portarse con indiferencia hacia las cosas del mundo y tratar a todas las creaturas de la manera como él mismo quisiera ser tratado”. (Sutrakriyanga)
La religión china:” Lo que no deseas por ti, no lo haga a los otros hombres”. (Confucio)
Budismo: “Una condición, que no sea agradable o placentera para mí, no lo puede ser ni siquiera para él; y una condición que no sea agradable o placentera para mí ¿cómo puedo yo imponerla a los demás?” (Samyutta Nikaya)
Hebraísmo; “No hacer a otros lo que tú no quieres que ellos hagan a ti”. (Rabí Hillel)
Cristianismo: “Todo cuanto quieren que los hombres hagan a ustedes, también ustedes háganlo a ellos”. (Mateo 7,12, Lucas 6,31)
Islam: “Nadie de ustedes se considere creyente hasta que no desea para su propio hermano lo que desea para sí mismo”. (40 Hadithe-Dichos de Muhammad)
Si la regla de oro está presente, entendida y hecha propia por los cristianos que son el 31 por ciento de la población mundial, 23 por ciento de los musulmanes, el 7 por ciento de los budistas, el 15 por ciento de hindúes, el 16 por cientos de ateos que a menudo son cristianos anónimos en su actuar cuando hacen el bien, como también seguramente lo hacen los que pertenecen a centenares de religiones menores ¿porque en el 2020 de 194 países que existen en el planeta la tercera parte están en guerra? es decir, porqué sobre una población calculada en 7 mil trecientos millones de habitantes, alrededor de 2000 millones todos los días se despiertan en guerra? ¿Porque todos los diarios, también en Colombia, tienen por lo menos una página dedicada a noticias de violencia?
¿Qué es lo que calla esa voz de la conciencia universal presente en todas las latitudes, en todas las culturas, en todas las religiones y a lo largo de toda la historia?
La sed del poder y del dominio sobre el otro, junto al no tomar en serio el principio de igualdad de toda persona humana, profesada en cada religión, proclamada en toda constitución y reglamentada en el derecho universal, pero, lastimosamente hecha trizas frente al más mínimo interés particular.