PADECIÓ BAJO PONCIO PILATO

3 abril 2021 7:40 pm

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Por Agostino Abate

Poncio Pilato es tal vez el más conocido de los gobernadores romanos de todos los tiempos, seguramente más de la mayor parte de los emperadores con motivo de su mención en el Credo aprendido de memoria y recitado por los cristianos de todos los tiempos y de todos los rincones del mundo.

¿Quién fue verdaderamente Pilato? Sus orígenes son oscuros, como por casi la totalidad de sus contemporáneos también más ilustres y menos controvertidos. La única cosa cierta es que fue gobernador de Judea entre el 26 y el 36 mientras Tiberio era emperador en Roma y Herodes tetrarca de Galilea.

De la historia se sabe, trámite Flavio Josefo, que tuvo muchas dificultades para entender las rarezas de los judíos. En el Evangelio de Lucas a Pilato se le recuerda por una matanza de galileos durante una de las muchas revueltas en contra de los romanos. Sabemos que en el año 36 fue llamado a Roma y tuvo que justificarse por la realización de una masacre inútil de samaritanos en una circunstancia muy parecida a la de los galileos.

Luego desaparece y no se sabe más nada de él. Una leyenda lo narra suicida a causa de sus remordimientos. En realidad, la historia no lo condena por sus intervenciones, a veces muy pesadas, en lo que ahora se le conoce como Palestina, desde siempre terreno propicio para guerra fratricidas. Pues a un gobernador se le envía para guardar el orden público cueste lo que cueste, y Pilato en este campo hizo todo lo que pudo.

Pilato es recordado universalmente por el juicio que no logró hacerle a Jesús. En realidad, hubo únicamente una sentencia, pero sin proceso. Mateo describe su “lavarse las manos”, para significar su distanciamiento y también probablemente su inocencia. Mateo es el único evangelista que relata lo de un sueño que perturbó a la esposa de Pilato. Sabemos que se llamaba Claudia. Aquí lo que nos impacta es el uso del mismo verbo que luego el Credo usará por Jesús, “padeció” en sueño a causa de él.

De la historia del fallido proceso a Jesús se tiene la impresión de una cierta prudencia de Pilato en el actuar: no quiere disgustar a los jefes de los sacerdotes y al Sanedrín de Jerusalén, no quiere quitarle del todo el poder a Herodes y también, es bastante sagaz políticamente ya que no quiere ponerse en problemas a causa un desconocido cuando amenazan de denunciarlo al emperador.

El Evangelio de Juan es el que más habla de él, donde Pilato se deja arrastrar en discusiones con los acusadores y con el mismo Jesús sobre su ser de rey, de cual clase de Reino y luego sobre la autoridad y de dónde le viene y sobre la verdad.

Acerca de este último argumento Pilato se muestra muy escéptico. De hecho, después de preguntarle a Jesús “y ¿qué es la verdad?” abruptamente interrumpió el proceso sin esperar la respuesta. No tenía gana de escuchar una respuesta, tal vez complicada, y adentrarse luego en discusiones teoréticas.

En el cristianismo antiguo se han dado dos lecturas de su personalidad ambigua: en el mundo oriental, sobre todo entre los de rito copto, prevaleció una tradición no documentada de su arrepentimiento y de su amor hacia Jesús. En ese ambiente Pilato y su esposa Claudia son considerados santos. En Occidente ha prevalecido un juicio negativo que hizo de Pilato un hombre escéptico, desilusionado, incapaz de mantener una posición en favor de la justicia.

Sin embargo, ¿cómo justificar la presencia de Pilato en el Credo visto que se trata de una profesión solemne que tiene que ver con la fe?

Pilato se encuentra en el Credo porque nos dice algo importante sobre Jesús. Es Jesús el sujeto del verbo “padeció”. Y no es un caso que se lleve a colación Pilato y no Quirino que era el gobernador cuando nació Jesús. Para el Credo es mucho más importante la muerte que el nacimiento de Jesús. Pilato, significa que Jesús entró en nuestra historia y la recorrió hasta el final. Su vida y particularmente su muerte son un acontecimiento imborrable de la historia, aún más, es el evento que cambia la historia humana. No entró en la historia como un dios o como un héroe sino en el prosaísmo de la carne, más aún de la muerte.

Las otras religiones tienen sus propios valores en base a la visión que dan a la realidad, por la caga moral que trasmiten, por la promesa de un futuro mejor, porque enseñan a gestionar la vida o el cuerpo de cada uno, o la correcta relación con la naturaleza, más no tienen este enraizamiento de Dios en la historia humana, iniciada con el hebraísmo y llevada a su cúspide con el cristianismo. El anuncio principal, la buena noticia, es que Dios ha entrado en la historia y la historia humana se ha valorizado con su presencia y este hecho continuamente nos recordará que no somos huérfanos en el universo como más tarde afirmaría el existencialismo.

La muerte de Jesús de Nazaret es un acto único e irrepetible. Muchos otros han muerto o morirán como héroes, o victimas de injusticias, o mártires. Cada semilla lleva su fruto.

El “padeció” es la realidad más importante. Como Hijo de Dios, Jesús, aceptó de “padecer” en la historia humana y la historia humana puede y debe cambiar porque el “padecer” dio como fruto la resurrección.

Todos los que tienen el apellido de “cristiano” deberían nunca más infligir violencias y tormentos a otros seres humanos porque un Mesías desarmado los hizo hijos de una misma familia, por lo tanto, hermanos.

Desafortunadamente muchos son cristianos por un acta de bautismo que reposa en un despacho parroquial. Esto explica la violencia de todo género que campea también en nuestro territorio. Ojalá que la violencia pare después del domingo de resurrección de 2021.

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