TERAPEUTAS PERVERSOS

6 noviembre 2021 8:31 pm

Compartir:

Por Agostino Abate

Hombres y mujeres de nuestro tiempo están experimentando un particular sentimiento de malestar y buscan sin cesar experiencias nuevas que logren, de alguna manera, mitigar su desasosiego existencial. Nihilismo, desesperación, soledad, son algunas de las notas que parecen caracterizar el hombre de nuestro tiempo.

Muchos padecen depresión. Con el antidepresivo, aparentemente, la ciencia ha triunfado sobre las fronteras del alma logrando hacer desaparecer el dolor. A cada persona “normal” que sufre de algún golpe que da la vida se le receta siempre la combinación necesaria de ansiolíticos o antidepresivos para sobrellevar el dolor.

El psicoanálisis paradigma innovador desde hace más de cien años, parecería haber perdido su fuerza revolucionaria. Ya no se cura a través de la palabra, ésta fue reemplazada por medicamentos o por una religiosidad a la carta.

Frente a las ciencias cognitivas que valorizaban al hombre, vemos florecer toda una serie de prácticas surgidas de una concepción ocultista del cuerpo y del espíritu: magnetismo, sofrología, naturopatía, iriología, auriculoterapia, energética transpersonal, prácticas medúmnicas y de sugestión.  

Muchas de las ofertas terapéuticas que aparecen en los anuncios de los medios de comunicación van desde la terapia reikista, angelología, floral, curación con cristales, regresiones a vidas pasadas. La lista es interminable. Normalmente al frente de este tipo de terapia no hay un profesional idóneo, es decir un psicólogo o un psicoterapeuta formado para el ejercicio de la función.

Casi siempre encontramos terapeutas de tipo dominante, con fuertes tendencias narcisistas, aspectos de grandiosidad y paranoidismo, mostrándose como personas muy hábiles verbalmente. En general en esta clase de “terapias”, los límites terapéuticos se diluyen y los pacientes terminan por transformarse en verdaderos creyentes o adeptos.

Se establece una codependencia donde el “terapeuta” y sus pacientes transforman la experiencia terapéutica en un sistema cerrado donde predomina la perversión. Los pacientes llegan a ser amigos de sus “terapeutas”, empleados, colegas, aprendices y en las situaciones de grupo se convierten en hermanos que están unidos con el fin de admirar y de dar apoyo a su “terapeuta”.

Así se origina el nacimiento de una secta, donde una persona induce a otra a volverse total o casi dependiente de ella sobre todo cuando se trata de tomar las más importantes decisiones de la vida.

¿Cómo se llega a esta situación? Desde una comprensión psicoanalítica podemos decir que se produce mediante la perversión de una relación transferencial.

En los testimonios de las personas afectadas se puede ver, que después de haber iniciado el “tratamiento”, se comienza a llevar a cabo con ellas el proceso de manipulación psicológica. Todo tiene inicio en lo que llamamos “proselitismo engañoso”, es decir, a la persona que consulta este tipo de “terapeuta” nunca se le comunica el verdadero trasfondo sectario que estas prácticas conllevan. Luego con una actitud paternalista y benevolente irá buscando que el paciente haga confesiones íntimas, iniciando así la espiral de la captación manipuladora.

El proceso de la manipulación psicológica termina siendo una violenta intrusión en el mundo interno del paciente llegándose incluso a negarle la parentalidad y la apertura social. Es un proceso de violencia psicológica que genera fuertes estados regresivos y una gran dependencia. Esta dependencia está enfocada en transformar el sujeto en objeto, en instrumento del “terapeuta”, esto explica en parte la gran dificultad que se da para abandonar este tipo de relaciones.

Todo comienza con una seducción, y a partir de esa seducción se da inicio a una forma sutil e insidiosa de violencia, de presión emocional sobre la base del poder, destinada a trasformar el sujeto en objeto. Las personas tienden a consultar estos “terapeutas” generalmente en situaciones de crisis. En un momento de crisis, económica, afectiva, o existencial la confianza se pierde y es entonces cuando el “terapeuta “se introduce en el mundo interno del sujeto para llevarlo a la condición de adepto.

El “bombardeo de amor”, el otorgamiento de “padres espirituales”, el “sobredimensionamiento” de los conflictos, sobre todo los familiares, será la manera de comenzar un ataque a los objetos parentales para luego sustituirlos por “verdaderos valores” implantados mediante un proceso de infiltración masiva en la mente del sujeto hasta despojarlo de su mundo simbólico llevándolo a un estado de “no pensamiento”.

La seducción sectaria envuelve y enreda cada vez más el sujeto en la espiral del grupo, prometiéndole un ideal a través de una adhesión pasional completa que se supone operará como una suerte de transformación radical y trascendente a través de rupturas en las relaciones: renuncia a los amigos, trabajo, estudio, familia.

De hecho, vemos familias fracturadas a causa de este fenómeno, personas explotadas al extremo, graves trastornos psiquiátricos y suicidios. Estas son las consecuencias por acudir a esta clase de “terapeutas” perversos.

El Quindiano le recomienda