La purga del gabinete de gobierno cayó mal incluso en dos tribunas ecuánimes de El Espectador, la nota editorial del diario y la columna de Rodrigo Uprimny del domingo pasado. El editorial le reprocha a Petro la salida de “varios ministros que lo venían haciendo bien” para reemplazarlos por ministros experimentados pero demasiado dóciles, personas “que no van a discutirle nada al presidente”.
La segunda afirmación entra en el esotérico campo de la futurología; la primera es una verdad a medias. Alejandro Gaviria, Cecilia López y José Antonio Ocampo eran buenos ministros pero mutaron en conspiradores. Los tres firmaron un documento en contra de la reforma a la salud, Cecilia López hizo declaraciones destempladas contra la ministra de Minas y Ocampo intentó trabar la elección de un amigo cercano a Petro en la presidencia de Ecopetrol, Ricardo Roa, y colaboró para poner en la gerencia de la Federación de Cafeteros a Germán Bahamón, un rabioso enemigo del presidente. El editorialista de El Espectador pretende que el presidente reciba puñaladas de sus ministros… ¡y sonría!
Uprimny le sale al paso a la rabieta de Petro contra el Congreso por los tropiezos de la reforma de la salud. Su elección como presidente, le recuerda, no era un referendo de aprobación de sus reformas, el Congreso tiene derecho a disentir de las políticas del Gobierno y el presidente tiene la obligación constitucional de respetar la separación de poderes.
Esta es otra verdad a medias. El Pacto Histórico llegó al poder mediante una alianza pro-gra-má-tica con los partidos tradicionales; es decir que los jefes de estos partidos compartían la línea gruesa del programa del Pacto Histórico y por disciplina de bancadas sus senadores tenían por lo menos la obligación ética de respaldar, así fuera con salvedades, las iniciativas del Gobierno.
Como suele pasar, los jefes fueron muy dóciles durante los primeros meses del nuevo Gobierno, mientras les encontraban puesto a sus pupilos, y luego descubrieron, atónitos, que las reformas del Gobierno eran muy audaces; y los senadores, que son funcionarios públicos, dijeron en coro que era muy peligroso entregarles el manejo de los dineros públicos a los funcionarios públicos. Pese al autoinsulto, ningún senador protestó.
Ahora Petro gobernará con personas de confianza. Habrá menos brillo pero más armonía (o docilidad, si se quiere). Confiemos en que su gestión logre aliviar los problemas sociales y le baje presión a esa caldera que ya estalló en el 2021 y cuyas ondas explosivas empujaron su llegada a la Presidencia.
* Reconozco que Petro desconcierta. Si Prada, un señor externo al Pacto, termina en la embajada de París solo por consideración al poder de Juan Manuel Santos, ¿por qué razón mujeres que han luchado toda la vida por causas sociales, como Carolina Corcho y Patricia Ariza, son tratadas con modales que parecen copiados de los ministros que venían “haciéndolo bien”?
** La agenda legislativa es perfecta. Los senadores estrenan curul y presidente en agosto y le sacan el oro y el moro al presidente con el cuento de consolidar una bancada de gobierno, pero desde el 2 de enero empiezan a ver los defectos del Gobierno y a torpedear sus iniciativas. Sobre estas críticas montan sus campañas electorales para las elecciones regionales, extorsionan al mandatario y se empacan la segunda dosis de mermelada en cuestión de meses. Así ha sido siempre y esta vez no fue la excepción.
*** “Sí, aprobamos las reformas, pero no así”. Ha cambiado muy poco el estribillo de las fuerzas agazapadas contra los cambios y la paz en los últimos 40 años.