El liderazgo estadounidense está de vuelta 

21 septiembre 2017 4:59 am

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 Durante la última década, los vaticinios sobre el fin de la era estadounidense y el ocaso del liderazgo de la superpotencia, no han hecho más que abundar. 

Numerosos análisis de estudiosos de las relaciones internacionales, estrategas y figuras connotadas de los asuntos mundiales, anuncian un nuevo devenir en el que Occidente y, particularmente, los Estados Unidos, no está presente. Es cierto que los cambios propiciados por la globalización han conducido a un claro desorden internacional, y que una de las grandes tendencias que se observan hoy, es la difusión del poder, es decir, que este cada vez se encuentra más disperso entre una multiplicidad de actores, como Rusia, China, India, Brasil, Irán y las economías emergentes del sudeste asiático, África central, Medio Oriente y 
América Latina. 

Autores como Fareed Zakaria (El mundo después de Estados Unidos, o The Post American World) y Martin Jacques (en su muy clara conferencia sobre el ascenso de China, en ww.ted.com), están seguros de que los cambios más visibles en el escenario internacional expresan una transición del poder, en la que Estados Unidos es relevado por los demás y se convierte en un líder secundario, incluso entrando en decadencia y cayendo en el olvido. Pero la historia no funciona de manera automática y determinista, y las sociedades no enfrentan un destino inexorable, sino que dependen de las instituciones complejas que las rigen y de las decisiones que toman sus líderes.  

Aunque China está hoy a la delantera en el desarrollo de  infraestructuras de transporte y energéticas, con una sofisticada red de trenes de alta velocidad que alcanza ya las 22.000 kilómetros (pronto serán 25.000 y será más grande que la de todas las grandes potencias juntas), y se ha lanzado a un audaz proyecto de nueva Ruta de la Seda, con autopistas, redes ferroviarias, aeropuertos, puertos marítimos y fluviales y gasoductos que atraviesan todo el continente asiático y se comunican con Europa y África, su capacidad para tomar el mando aún es reducida. Es igual respecto a Rusia o India, por ejemplo, cuyos problemas internos limitan su poder de maniobra exterior. Por su parte, la Unión Europea enfrenta la crisis migratoria y, a la vez, una amenaza terrorista sin precedentes que se ha convertido en un desafío existencial para los gobiernos y la ciudadanía.  

 Entre tanto, George Friedman (autor de Los próximos cien años) y Henry Kissinger (uno de los mayores estrategas en la historia de la política exterior estadounidense) dan por hecho que la preeminencia global de su país sigue siendo indiscutible, y que no hay alternativa en el horizonte. Tal vez haya más signos del regreso (o la continuidad) del liderazgo norteamericano de los que podemos imaginar, a pesar del bombardeo mediático que muestra un mundo a punto de colapsar. En la reunión de la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas, el presidente Donald Trump reiteró su apuesta por un orden internacional regido por Estados Unidos, capaz de asumir los grandes retos de la seguridad internacional y la transformación de la economía. Su promesa electoral de devolver al país la grandeza (Make America Great Again) y situarlo de nuevo en una posición de primus inter pares o primero entre iguales, tiene implicaciones mayores que enfrentar a una Corea del Norte nuclear o estabilizar el Medio Oriente, y podría significar que, luego de un receso, Estados Unidos realmente está de vuelta. 

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