El colapso del socialismo del siglo XXI

18 octubre 2017 9:16 pm

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El análisis sobre las transformaciones políticas y económicas en América Latina, es con frecuencia simplista y suele subestimar la importancia de las diferencias de tipo histórico, cultural, estratégico o en la estructura de los poderes reales que gobiernan cada país. De igual forma que distintos estudiosos han incurrido en generalizaciones pueriles sobre la pobreza, la violencia tribal y los indicadores sociales del continente africano, muchos destacados sociólogos, economistas, politólogos y demás, se refieren a América Latina como un todo inmóvil, como una entidad histórica que parece un único país.

Al caer el Muro de Berlín y desmoronarse el imperio que la Unión Soviética había construido, los líderes de la izquierda latinoamericana comenzaron a replantearse la vigencia de los proyectos revolucionarios, a partir de partidos políticos, sindicatos, organizaciones sociales y grupos guerrilleros, creando el Foro de Sao Paulo. Definieron un destino común e inexorable para todos, desde México hasta Argentina, que reeditaba el materialismo dialéctico adaptado a las contradicciones sociales regionales. El resultado práctico de este discurso, fue el ascenso al poder de líderes y movimientos populistas a partir de 1998, con Hugo Chávez en primer lugar, anunciando el inicio de una nueva era. Lula Da Silva en Brasil, Néstor Kirchner en Argentina, Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador, y Daniel Ortega en Nicaragua, se convirtieron en los mayores exponentes de la Nueva Izquierda Latinoamericana, y con un gran aparato propagandístico proclamaron el advenimiento del Socialismo del Siglo XXI, principal proyecto de la política exterior venezolana.

El posicionamiento de Venezuela como líder regional, y de Brasil como actor global, se dio de manera simultánea y en un contexto económico global favorable, por los altos precios de las materias primas. La influencia sin precedentes de estos dos países en los diversos organismos internacionales e iniciativas de cooperación, como la OEA, MERCOSUR, la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo), o el bloque de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), generó un triunfalismo apresurado que ilusionó a los marxistas con la derrota del Capitalismo. Menos de una década después de tanta euforia, la realidad está de vuelta: la insistencia en ideologías colectivistas y en un modelo económico fallido, con la dependencia excesiva de los recursos naturales, solo han causado atraso, hiperinflación, empobrecimiento y una concentración de poder que destruye las libertades civiles, políticas y económicas. Y la confirmación del fracaso de ese proyecto determinista para América Latina, está precisamente en el retorno al poder de líderes y partidos de corte centrista o liberal, que están emprendiendo reformas, reduciendo el endeudamiento, como también de superar el aislamiento internacional y las rivalidades creadas por los expresidentes. Incluso Lenin Moreno, el nuevo presidente ecuatoriano, ha tomado distancia frente a las dictaduras de Cuba y Venezuela, acercándose al Banco Mundial y recomponiendo las relaciones bilaterales con Estados Unidos, consciente de los problemas que la política económica de Correa trajo a Ecuador.

Por ahora, América Latina está recuperando el rumbo de la sensatez democrática y de la racionalidad económica, y abandonando la tendencia megalómana de la izquierda regional, que en tiempo de abundancia gasta como el ludópata en el casino, y en tiempo de crisis transfiere la culpa de su incompetencia a los enemigos de clase o al imperialismo yanqui. De mantenerse la tendencia, puede haber mejores augurios para Colombia y sus aliados, mientras termina de acentuarse el colapso del Socialismo del Siglo XXI.

 

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