Nueva York y las señales del terrorismo

2 noviembre 2017 1:24 am
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El ataque del 31 de Octubre en Nueva York, que dejó ocho personas muertas y una docena de heridos, posee varios componentes para reflexionar sobre las características y la evolución del terrorismo en los últimos años. El siempre presente factor sorpresa de la acción terrorista, es la parte que más impacto produce en la opinión pública y en medios de comunicación, por la dificultad para anticiparla y evitarla. El responsable del último atentado en Manhattan, proveniente de Uzbekistán, reside hace siete años en los Estados Unidos y, al parecer, no tiene historial criminal que permita a las autoridades vincularlo con alguna organización islamista, aunque en el camión que usó para atropellar a los transeúntes se encontró una nota alusiva al Estado Islámico, y este ya sería un elemento que pueda hacer más conducente la investigación. ¿Quién tendría la certeza de que el señor Saipov planeaba utilizar un camión alquilado como un arma? Así que la imprevisibilidad del ataque terrorista es principal, pero no la única cuestión sobre la que hay que detenerse para comprender esta forma de violencia.

El segundo componente es la asimetría, es decir, la no correspondencia o la falta de equilibrio entre fuerzas, que con frecuencia favorece los propósitos de los terroristas: solo se requiere una persona resuelta a actuar, con cualquier medio a su alcance, para movilizar todo el aparato de seguridad de un Estado. Después de los atentados del 11 de Septiembre de 2001, el Departamento de Policía de Nueva York cuenta con una unidad denominada Comando de Respuesta Crítica, que está conformada por quinientos efectivos que fueron entrenados para enfrentar la gran amenaza que el terrorismo representa, y tienen habilidades como el análisis comportamental, detección de explosivos y combate urbano. Junto con esta unidad, fueron desplegados varios cientos de policías más por toda la ciudad, para contrarrestar una eventual ola de ataques. En esta situación, la asimetría se encuentra en el hecho de que, dotado con dos pistolas de paintball y un camión alquilado de Home Depot, un solo individuo sometió a una ciudad de veinte millones de habitantes y ni el Comando de Respuesta Crítica ni el Departamento de Seguridad Doméstica pudieron evitarlo.

En tercer lugar, el terrorismo prospera en dos tipos de escenarios, que por cierto son distintos. El primero de ellos es el de los estados débiles, frágiles o colapsados, con autoridades incapaces de brindar seguridad a la población y controlar la violencia en todas sus expresiones. Por ejemplo, Irak, Libia, Afganistán, que todos los días aparecen en los noticieros. El segundo escenario es el de las sociedades abiertas, gobernadas por regímenes democráticos y garantistas de las libertades civiles, en donde el Estado se halla en el dilema de establecer restricciones a la libertad para brindar mayor seguridad, al tiempo que los gobiernos occidentales se han vuelto temerosos y laxos ante el desafío existencial que constituye el terrorismo, sobre todo el de corte islamista, al punto de que el expresidente Obama descafeinó el discurso al respecto y lo llamó extremismo violento, pensando que así podría disuadir a grupos como Al Qaeda o ISIS.

Y por último, el carácter difuso y casi invisible del terrorismo, que permite al terrorista mimetizarse, pasar desapercibido entre la gente y comenzar a planear los próximos atentados en otras ciudades de Estados Unidos y de Europa, muy probablemente con el mismo modus operandi y sin control alguno.

 

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