En los tiempos que corren y con los hechos de las últimas semanas en el mundo, una frase se ha hecho muy popular en redes sociales como Instagram y Facebook, ilustrando el momento crítico que viven las sociedades occidentales: los tiempos difíciles crean hombres fuertes; los hombres fuertes crean buenos tiempos; los buenos tiempos crean hombres débiles; y los hombres débiles crean tiempos difíciles. El autor no es conocido, y menos ahora, cuando es habitual publicar imágenes de pensadores o personajes reconocidos, y atribuirles lo que otros han dicho. Pero hay una frase más breve, del historiador Will Durant, que dice: “Una nación nace estoica, y muere siendo epicúrea”, con la que se refirió a dos de las corrientes de pensamiento más importantes del mundo griego, para interpretar el devenir de las naciones en el siglo XX.
Examinando la crisis que ha generado el nacionalismo catalán, las tensiones entre Estados Unidos y Corea del Norte, el problema cada vez mayor de los refugiados en la Unión Europea, o los tiroteos en iglesias y ataques de terroristas solitarios, es común encontrar a gente comprensiva con quienes atentan contra el normal discurrir de la vida social, para producir un clima de constante agitación. El buenismo se ha tomado cada escenario, y esto sucede porque estamos en la etapa de los buenos tiempos que crean hombres débiles, y los componentes de esta cosmovisión son dos: la fe ciega en la infinita bondad del otro, y la ausencia de sospecha sobre su capacidad de hacer el mal. En la actualidad, tanto Occidente como China y las economías emergentes, gozan de una prosperidad sin precedentes en la historia, y en un entorno así, la tendencia de las personas a cooperar y a sentir empatía, es mayor que hacia la desconfianza y el conflicto.
Hace un año, Barbro Sörman, una diputada feminista sueca, afirmó desde su cuenta en Twitter que para las mujeres era mejor ser violadas por refugiados, que por hombres suecos. Esto, ante las alarmantes cifras de incremento de delitos sexuales en Suecia, en los que los responsables son, en su mayoría, hombres provenientes del Medio Oriente y África subsahariana, y con estatus de refugiados. Su buenismo le impide entender que en Somalia o Emiratos Árabes iría a prisión o sería lapidada por defender la libertad de las mujeres. Otro ejemplo: la comediante norteamericana Chelsea Handler, también en Twitter, propuso intercambiar a Trump por Kim Jong Un, considerando que la respuesta de este último al discurso del presidente estadounidense ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, había sido más sensata y civilizada. Seguramente, Handler supone que en Corea del Norte podría vivir con las mismas libertades y comodidades.
Los buenos tiempos han hecho que la gente en Europa y Estados Unidos ignore o subestime los peligros reales que enfrenta, incluso si los tiene a las puertas de su casa. Ya André Glucskmann, en Occidente contra Occidente, había propuesto algunas ideas en el propósito de asimilar esa rara confusión moral que la vida cómoda les ha causado a las sociedades abiertas, mientras que otro destacado pensador francés, Guy Sorman, advertía ya en Esperando a los bárbaros, de 1993, sobre los males que hoy aquejan a Europa. Entonces se le acusó de apocalíptico, pero ahora se vé a los buenistas de la élite política abriendo a los bárbaros las puertas de París, Londres y Berlín.
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