En su gira por el continente asiático, que acaba de terminar, Donald Trump visitó Japón, Corea del Sur, China, Vietnam y Filipinas, cinco países que los Estados Unidos han considerado estratégicos para sus intereses nacionales y el éxito de la política exterior que se ha planteado desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. En una perspectiva histórica, se trata de la primera gran gira de un presidente estadounidense por Asia en el último cuarto de siglo, y además, de una apuesta audaz por disminuir las tensiones con China, de una manera similar al tiempo en que Henry Kissinger, secretario de Estado de los gobiernos de Richard Nixon y Gerald Ford, se reunió con Mao Tse Tung y Deng Xiaoping desde 1972.
Es posible revisar o cuestionar los efectos positivos de la gira para Estados Unidos, pero no se debe subestimar su importancia en el actual momento multipolar que vive el mundo. Aunque haya diferencias significativas entre Trump y Obama, en cuanto a los objetivos que debe perseguir Estados Unidos en el escenario internacional y la orientación que debe dar a sus relaciones con las grandes potencias, el asunto fundamental sobre el que hay acuerdo es que ambos han reconocido la preeminencia global de China y su capacidad para construir un liderazgo duradero, a partir de la expansión de la influencia económica, política y militar, de igual manera que el salto tecnológico que ha dado en tan solo cuarenta años. Es tan indiscutible el estatus de China como superpotencia, y la necesidad por parte de Estados Unidos y Europa de admitirlo, que ya ninguno se refiere a China como un tigre de papel o el globo que pronto va a desinflarse, a tal punto que, pese a haber pasado primero por Japón y siendo este un aliado crucial en la región, la preocupación mayor de Trump reside en evitar una confrontación directa con China en su mar meridional. Ni siquiera con Corea del Norte, que de forma superficial ha distraído la atención del mundo este año.
Las iniciativas y bloques regionales que existen en Asia, demuestran la relevancia de esta zona en donde se concentra el 40% de la economía global. Cuando Trump tomó la decisión de excluir a Estados Unidos del Acuerdo de Asociación Transpacífica (o Trans Pacific Partnership, por sus siglas en Inglés) y optar por reforzar los vínculos comerciales bilaterales con cada nación del Pacífico Oeste, muchos interpretaron la medida como aislacionista. Con esta gira, sin embargo, Trump manifiesta una actitud dialogante y al mismo tiempo pragmática, buscando mantener el equilibrio entre una relación positiva con los mayores poderes de Asia, y la necesidad de proyectar su liderazgo en un entorno que ha cambiado con rapidez.
En un artículo del año 2011 en Foreign Policy, titulado El Mar de China Meridional es el futuro del conflicto (The South China Sea is the Future of Conflict), Robert Kaplan advirtió que los escenarios de conflicto y las razones morales de los mismos, se habían desplazado de Europa y el Medio Oriente a Asia, en particular al mar, y que la atención de los Estados Unidos debía dirigirse allí, al punto donde convergen más de tres mil millones de personas y varios de los centros más importantes para el comercio internacional. Es decir, es el lugar perfecto en el que Estados Unidos deberá redefinir su papel en un mundo multipolar.
E-mail: [email protected]