Los datos que se han publicado en los últimos días sobre el desempeño macroeconómico de los Estados Unidos, han superado cualquier previsión por parte de los economistas más serios y reputados, e incluso, están marcando un fuerte contraste con las proyecciones realizadas por los departamentos de investigación económica de Goldman Sachs o el Fondo Monetario Internacional. El presidente Donald Trump anunció que la economía creció un 3,3% en el tercer trimestre del año presente, y la inflación se sitúa actualmente alrededor del 1%, en tanto que el desempleo descendió a un record histórico del 4,1%, equivalente a menos de la mitad del desempleo en la eurozona, que hacia Noviembre fue del 8,8%, es decir, más del doble que en Estados Unidos.
Esto nos muestra la solidez económica del país, sin lugar a discusión. Y hay una razón objetiva para entender el rumbo que está tomando la gran superpotencia, al tiempo que se da una disputa global en la que China continúa perfilándose como otro gran ganador. En primer lugar, el modelo económico, que ha seguido demostrando su éxito en la generación de riqueza y oportunidades de progreso para todos, pese a que las predicciones de los neomarxistas ofrecían un panorama trágico, cuando la crisis financiera e inmobiliaria del 2007 se extendió por todo el mundo. Entonces se hablaba del fin del Imperio y podría decirse que el lobby político, académico y mediático de la izquierda estadounidense, no solo la latinoamericana o la europea, habría celebrado el colapso de un país entero, solo para confirmar la validez de sus posturas ideológicas. Sin embargo, la recesión que duró varios años cedió paso a la recuperación en el segundo mandato de Barack Obama, y ahora los motores están encendidos para mantener la carrera ascendente de los Estados Unidos.
La economía de mercado, con el componente fundamental de la libertad y el impulso a la iniciativa privada, no tiene comparación a la hora de producir prosperidad y soluciones a las necesidades materiales de la vida social. Y no hay comparación, precisamente porque su contraparte, la planificación central o la intervención estatal, no cumplen esa función. Desde 2016 se ha dado una notable reducción en el número de beneficiarios del Programa Suplementario de Asistencia Alimenticia (Supplemental Nutrition Assistance Program), conocido popularmente como Food Stamp, pasando de 44,2 millones a 42,6 millones en 2017. A medida que la economía está mejorando, más personas obtienen un nuevo empleo y disminuyen su dependencia de la ayuda federal. Así que Ronald Reagan tenía razón, cuando afirmó que el mejor programa social es un empleo, y desde el mes de Junio hay en Estados Unidos aproximadamente seis millones de trabajos disponibles, otro record que ratifica, no solo la tendencia positiva, sino además el éxito comprobado del modelo por el que el país decidió optar desde su independencia.
Una encuesta realizada este año por la organización YouGov, concluyó que el 45% de los millenials estadounidenses preferiría vivir en un país socialista, en tanto que el 42% se siente cómodo con el Capitalismo; el restante 7% desea vivir en una sociedad comunista. Claramente, ese 52% de jóvenes no alcanza a dimensionar cuán dependientes son sus objetivos, intereses y el bienestar y libertad de que gozan, del sistema que rechazan y condenan en cada manifestación callejera. Pese a esto, y en función de ellos, Estados Unidos continuará transitando por la senda del crecimiento.