sábado 17 May 2025
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La Historia de 2018 ya está escrita

27 diciembre 2017 10:04 pm
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Para la mayoría de los espectadores, los acontecimientos globales, nacionales o locales que ocurrieron este año aparecen como producto del azar, de la suerte o son resultado de la improvisación y de los caprichos de un gobernante, de un líder con poder de influencia sobre las masas. Nos hallamos sumergidos en un océano de información, de hechos difíciles de asimilar por el cambio permanente, así que es natural percibir la realidad como incontrolable e inevitable. El año 2017, igual que el 2001 o que 1989, tienen en común las turbulencias que sacudieron al mundo. Pero este es el signo que da a la Historia un hilo conductor: así como la escisión del Imperio Romano en el 395 d.C., en sus dos entidades de Occidente y Oriente, generó un gran caos geopolítico en el mundo conocido de entonces, y el reacomodamiento del poder en Europa y el Medio Oriente, la caída del Muro de Berlín en 1989 y el fin de la Unión Soviética, fueron decisivos para la apariencia que el mundo tiene hoy, como también lo han sido, ya en este tiempo, cuestiones más cercanas como la proliferación del terrorismo internacional y el incremento de la conflictividad en distintas regiones.

Sin embargo, ese cambio no resulta de la confluencia de fuerzas cósmicas. En muchos cursos sobre Relaciones Internacionales, Geopolítica o, en general, asuntos políticos, los profesores y conferencistas tienen el hábito de insistir en la imprevisibilidad o impredictibilidad del curso de la Historia y de cada situación. Diversos análisis y comentarios sobre las últimas elecciones presidenciales en Estados Unidos, la declaración unilateral de independencia en Cataluña, el desafío nuclear norcoreano, el Brexit, el ascenso de Macron en Francia o la dictadura chavista en Venezuela, coinciden en la misma conclusión simplista de quien observa sin poner atención: nadie pensó que esto fuera a pasar. ¿Pero por qué no? Porque, como es de esperarse, la gente no se ocupa de proyectar racionalmente el desenlace de una cuestión en el largo plazo, considerando variables, opciones, información disponible, sino que piensa y actúa guiada por su necesidad de resolver problemas cotidianos, y hace planes que cambiarán su vida y, tal vez, su entorno inmediato, no el mundo entero.

En cambio, los actores comprometidos en las grandes confrontaciones bélicas, los acuerdos de integración política y comercial, la celebración de elecciones o cualquier hecho de importancia estratégica, conciben el escenario internacional como un gran juego en el cual deben calcular cada acción para obtener resultados favorables a sus intereses y expectativas. Todos los años, la revista británica The Economist publica su famosa portada con el título The World in (El Mundo en), para proponer las que serán las cuestiones más relevantes del año siguiente, y con frecuencia acierta, casi vaticinando acontecimientos que para el lector desprevenido son parte de un espectáculo de pirotecnia o, de pronto, del caos que caracteriza a nuestra era.

Si en épocas anteriores hubieran existido los medios masivos de comunicación como los conocemos hoy, e Internet, habría sido posible anticipar o predecir las revoluciones liberales o la Primera Guerra Mundial, no por los poderes sobrenaturales de algún individuo, sino porque la información privilegiada que tenían los grandes líderes se habría difundido de forma inevitable. Para 2018, las cartas ya están puestas sobre la mesa y los líderes mundiales están listos para continuar con el juego de dominar el devenir de la Historia.

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