El 12 de Junio de 1987, el presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan, dio en Berlín Oeste uno de los discursos más célebres en la historia de Occidente. Teniendo como fondo la Puerta de Brandemburgo, y hablando ante líderes occidentales y alrededor de 45.000 personas, Reagan pidió a Gorbachov, secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética e impulsor de la Perestroika y la Glasnost, acercarse al mundo libre y vencer las divisiones imperantes en la Guerra Fría, que estaba por terminar: “¡Señor Gorbachov, abra esta puerta! ¡Señor Gorbachov, derribe este muro!” (“Mr. Gorbachev, open this gate! Mr. Gorbachev, tear down this wall!”). Aunque este no fue quien lo derribó en 1989, sí fueron sus decisiones y las reformas que impulsó, la causa fundamental del fin de los regímenes totalitarios de la URSS y Alemania Oriental.
El poder de influencia de los valores liberales y la cultura material de Occidente, fueron más atractivos para los habitantes de estos sombríos países, que la omnipresente propaganda sobre los logros del Socialismo y la búsqueda persistente de la felicidad colectiva, dictada por el Partido. En La vida de los otros (2008), película del director Florian Henckel von Donnersmark, el agente Wiesler, de la Stasi (policía política), vigila cada movimiento del dramaturgo Georg Dreyman, quien avanzaba en la redacción de un artículo sobre la alta incidencia del suicidio entre las personalidades del espectáculo en Berlín Este, agobiadas por la falta de libertad, si bien la intelectualidad gozaba de ciertos privilegios concedidos por el régimen. Wiesler escuchaba cada conversación de Dreyman y redactaba incluso sus suspiros, así como tenía información sobre el tipo de máquina de escribir que usaba.
Hoy, cuando se celebra en Cúcuta, en la frontera colombo-venezolana, el concierto Venezuela Aid Live, convocado por el multimillonario Richard Branson y en el cual aceptaron participar más de veinte artistas latinos de talla mundial, tenemos un episodio típico de los días finales de la Guerra Fría, pero con ambiente tropical y en pleno siglo XXI. La narcotiranía de Nicolás Maduro, ya agonizante, continúa reprimiendo a los venezolanos y persiguiendo a los líderes opositores. Primero, el jueves 21 de Febrero movilizó a la Guardia Nacional Bolivariana para bloquear las autopistas y túneles que conducen al Estado Táchira, con el objetivo de impedir que llegue a su destino la caravana de camiones que recibirán la ayuda humanitaria, escoltados por miles de personas en sus vehículos particulares. En segundo lugar, Maduro decidió programar un contraconcierto con estrellas favorables a la dictadura, pero con poco éxito. Del lado colombiano, que diríamos el lado libre occidental, se espera que asistan más de 200.000 personas. Del lado venezolano, tal vez, funcionarios obligados y algunos simpatizantes a los que se entregarán bolsas CLAP, pero ávidos de escuchar a Carlos Vives, Maná o Alejandro Sanz. Y finalmente, en Cúcuta, la SIJIN de la Policía Nacional sorprendió a seis integrantes del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional, en el hotel Hampton, haciendo seguimiento y fotografiando a los diputados opositores que asistirán al concierto en apoyo a Venezuela. Los espías fueron expulsados del país. Este hecho es mucho más que una anécdota, y demuestra que personajes como el agente Wiesler seguirán existiendo, a pesar de tener la convicción de que no se encuentran en el lado correcto. En esta ocasión, la consigna junto al puente de Tienditas debe ser: ¡Derribe este muro, señor Trump!
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