Los períodos de bonanza y esplendor económico de los países, suelen darse luego de aplicar grandes y ambiciosas reformas por parte de los gobiernos, y al término de una gradual recuperación, por haber atravesado una recesión. Hoy, el ciclo económico parece dar la vuelta con mayor rapidez que en las décadas anteriores. En La Era de las Turbulencias, el economista y expresidente de la Reserva Federal de los Estados Unidos, Alan Greenspan, plantea que los Estados Unidos sufrían una crisis cada doce años, aproximadamente, desde el colapso global de 1929, y que a partir de 2001 comenzarían a ocurrir cada siete u ocho años. Esto lo dijo en 2007, justo cuando el mundo fue arrastrado por el tornado que causó la caída del sistema financiero estadounidense: Los grandes bancos, las inmobiliarias, las constructoras, de igual modo que las industrias más representativas del país, como las automotrices Ford y General Motors, se fueron prácticamente a la quiebra. De manera automática, y por la interconexión del mercado europeo con el norteamericano, los mismos sectores en la Unión Europea marcaron cifras históricamente negativas, disparándose el desempleo en España, Francia, Alemania, Italia y otros países miembros con economías más pequeñas.
El plan de rescate lanzado en Febrero de 2009 por el presidente Obama, presentado al Congreso con el nombre de Acta Americana de Recuperación y Reinversión (American Recovery and Reinvestment Act, o ARRA), y rápidamente aprobado, apuntó hacia bancos públicos y privados, y por supuesto, a las grandes ensambladoras de automóviles del país, que habían sido el símbolo del progreso y el poderío estadounidense, durante casi un siglo. Así mismo, tenía el propósito de reactivar la confianza del consumidor. El plan, de 787.000 millones de dólares, implicó una reducción de 288.000 millones de dólares en impuestos, y la asignación de 224.000 millones del presupuesto federal a beneficios o subsidios de desempleo, educación y salud, y produjo resultados positivos en el segundo semestre de 2009, logrando el apalancamiento del Producto Interno Bruto del 1.7% al 3.8%, luego de una contracción del 6.7% en el primer trimestre de ese año.
Once años después, y precisamente cuando el país vivía tiempos felices y exitosos, con un índice de desempleo de 3.4%, o pleno empleo en los términos de los economistas, los Estados Unidos entrarán de nuevo en recesión, como efecto inexorable de la pandemia global que ha causado el Covid-19. A estas alturas, el país es el foco principal de propagación del virus, con 80.000 personas contagiadas, un hecho que, indudablemente, condicionará de manera negativa el desempeño de la mayor economía del mundo, junto con China. Las previsiones de Goldman Sachs y Morgan Stanley, indican que el PIB de Estados Unidos se contraerá entre un 25 y un 30% entre Abril y Junio, y el desempleo se disparará a casi el 13%, es decir, poco más de veinte millones de personas podrían quedar sin empleo en los meses venideros, de una fuerza laboral de 160 millones de personas.
Sin embargo, y de forma similar a la crisis de 2009, las dos firmas anticipan una recuperación para el segundo semestre, hacia Septiembre u Octubre. Aún en tiempos caóticos, la superpotencia sigue demostrando una gran capacidad de sobreponerse a las circunstancias, y allí reside el atractivo principal de esa nación, algo que tal vez envidian no pocos intelectuales europeos y latinoamericanos, siempre criticones y adolescentes de un antiamericanismo contraproducente.