Nada impresiona más que la sabiduría de los comentaristas deportivos; hablan de lo humano y lo divino, del pasado, el presente y el futuro y, como si fuera poco, dominan el arte de la prospectiva, amén de muchas disciplinas que escapan a todos los otros humanos: el muestreo aleatorio, el cálculo infinitesimal, la agrimensura, la geometría plana y del espacio, la biofísica, la sicología deportiva, la traumatología, la ortopedia, la medicina deportiva y la economía global.
Sientan cátedra sobre todos los deportes a pesar del desconocimiento de los mismos e incluso hacen las veces de presidentes de ligas, entrenadores encumbrados, asistentes, seleccionadores y hasta patrocinadores; más grave es la cosa cuando se autocalifican como verdaderos conocedores del contexto que rodea a una disciplina y se enfadan y desafían a quien se atreva a contradecirlos. Abundan estos dioses en los medios de comunicación, en donde se les erigen encumbrados altares a los cuales no podrán llegar jamás aquéllos que se han frotado la mollera con la ciencia, el arte y la cultura.
Ahora bien, la cosa se complica si quien posa de sabio ante las cámaras es extranjero o tiene especial cadencia en su lenguaje; inmediatamente se le llama "profesor", aunque nunca haya ejercido tan solemne profesión o las aulas de clase hayan brillado, por su ausencia, durante la adolescencia. Es verdad que los deportistas son figuras públicas, pero esto no autoriza a quien se pone ante un micrófono, una cámara o un teleprónter, a emitir juicios o hacer cábalas sobre lo más íntimo de las figuras del deporte; hasta allá no se puede llegar. No será posible socializar criterios mínimos de respeto o llegar, acaso, a la autorregulación?
Da grima escuchar a un sabio de éstos cuando evalúa a los jugadores después de un cotejo: "Aldo, tuvo poco trabajo en su zona, cuando intervino lo hizo bien, entregó con seguridad. Calificación: 6". Valoración difícil de entender y calificación que no corresponde al desempeño; afortunadamente, tiene como apelativo "profesor"; esto le da derecho a ser incoherente en la evaluación y a manejar el baremo o escala a su antojo.
Volviendo a las otras eminencias, después del partido contra Paraguay afirmaron que Pékerman "era un desastre como director técnico y que la Federación no lo sacaba del cargo por el gran costo de su liquidación". Oh sorpresa, cuando la selección empató con Perú: "Pékerman es el mejor míster de América; planifica los partidos y los jugadores hacen la tarea asignada".
Según mi entender, no es suficiente haber practicado un deporte para asumir el papel de comentarista deportivo; es necesario formarse en las lides del lenguaje hablado, el cual tiene sus códigos y exigencias; conocer profundamente el deporte que comenta y, especialmente, adobarse con una cualidad llamada "humildad", tan escasa en los medios de comunicación. La gran esperanza es que quienes están haciendo escuela tomen el camino que conduce a la verdadera "sabiduría" , entendida como "conducta prudente en la vida en los negocios" (R.A.E.).