Faber Bedoya Cadena
Corría el año de 1945 y ante el párroco de Montenegro Caldas se presentaron los señores Gonzalo Bedoya cedula de ciudadanía no 1250081 de Armenia caldas, y la señora Ayda Cadena para registrar un niño nacido en su hogar, de nombre Faber, todavía lo conservo, sexo masculino, todavía lo conservo, nacido el 21 de enero del corriente año. Durante mis siete años escolares no tuve otra identificación que mi nombre, la dirección de mi casa no me la aprendí, sabía que era al frente de don Raimundo Mesa, un mecánico de carros y enseguida del mono Muñetón que alquilaba bicicletas. Ya en Armenia, tuve dirección, primero en la calle 24 entre 16 y 17 en una casa de las señoritas Villa. Después en la carrera 15 entre calles 24 y 25 numero 25- 43. Donde hoy queda el polideportivo Cafetero. La dirección nos la sabíamos de memoria. No teníamos teléfono.
Cuenta una amiga que ella de cuatro años salió con su hermano mayor de seis, y montando en triciclo se fueron lejos de la casa. El hermanito, distraído, se devolvió y dejo a su hermanita muy retirada de la casa. Ella se puso a llorar y cuando le preguntaron donde vivía, recito su dirección y el teléfono, pero en la cuadra esa familia era la única que tenía teléfono.
En la escuela nos dieron una alcancía de la Caja Colombiana de Ahorros, no recuerdo que hubiera tenido numero solo con el nombre bastaba, es que era verdad que en “esos tiempos idos a uno no le daban sino el nombre para ser hombre”. En el colegio el apellido era nuestra identificación. Aparecieron las tarjetas de identidad, pero el número no lo recuerdo. La cedula de ciudadanía era los veintiún años, y todavía nos faltaba mucho para eso. En la universidad, en 1964, cuando ingresé a estudiar Pedagogía y Administración Educativa mi carnet era, 178. Pocos estudiantes en ese entonces.
Entonces el primer código con el cual tuvimos contacto los de la nuestra generación, fue con la cedula. La mía 7.498925 de Armenia Caldas. Claro que antes existía la libreta militar y como todos mis compañeros de colegios resultamos “no aptos”, teníamos libreta de segunda, y cuando la pedían la mostrábamos, recuerdo que el número de la mía era 133120. Nuestros padres tenían libreta de ahorros y cuenta corriente, con chequera, lo que importaba era la firma. Esa era poderosa.
Si tenía tarjeta de identidad, porque en 1964 me nombraron maestro de primaria, en la escuela Ciudad de Armenia, pero la llamaban la Giralda porque en ese terreno funciono una plaza de toros con ese nombre. Éramos 620 maestros en el Quindío, nos pagaban 600 pesos cada diez días y nos pagaban en el estanco municipal. De allí pasé a la escuela del barrio el Placer, luego me fui para Salento y de allí a Calarcá más exactamente a la escuela del corregimiento de la Bella. El director de la escuela era el maestro Baudilio Montoya y trabaje con el ilustre profesor Asdrúbal Nieto Cárdenas. Como nos pagaban en el estanco municipal, en más de una ocasión nos pagaron con cajas de aguardiente cristal de Caldas. Cierto.
Hasta 1970, cuando contraje matrimonio no tenía más códigos que aprender que la cedula, las direcciones de la casa de mi novia, carrera 14 # 1643, y la mía, carrera 14 # 9-45, los teléfonos el de mi casa, 6597 y el de la novia 1136. Pero todo fue muy rápido y aparecieron las cuentas de ahorros, la cuenta corriente, los créditos en los bancos, en las cooperativas, el pase de conducción con numero diferente al de la cedula. Todo en físico, se cargaban en la billetera.
Otra vez, todo fue muy rápido, nos empezaron a pagar por nómina, con cheques, y cobrando directamente en el Banco Popular. Y aparecieron los celulares, los correos electrónicos, y las benditas contraseñas. Y no sabemos en qué momento de nuestras vidas, nos vimos inmersos en un mundo lleno de códigos, números, contraseñas, claves, para la tarjeta de pagos, el correo, el teléfono celular tiene clave de bloqueo, pagos electrónicos, en línea, todo on line. Mi vida en un celular y a estas alturas del partido, y dicen que ya vienen el G5 y ese si acaba con toda la privacidad.
Al menos de mi parte pueden inventar todo lo que quieran, vida privada ya no tengo, casi no soy capaz con lo oficial, ahora para meterme en aventuras extraoficiales, qué secretos voy a tener, cuando la dura cerviz declinó con todos sus accesorios. Todas las contraseñas las tengo anotadas en un papel el problema es cuando se olvida el papel en la casa. Los teléfonos están en el celular, son ellos quienes me llaman, yo escasamente llamo a pedir comida a donde los chinos.
El correo electrónico y su contraseña, gracias a este ejercicio de escribir lo recuerdo, pero me obligaron a abrir una cuenta con nuevo correo y otra contraseña y tengo que pedirle auxilio a un nieto, quien me dice que esto es muy fácil, claro para ustedes si es muy difícil. Será.