Faber Bedoya Cadena
La verdad es que nos resulta muy difícil alejarnos de esta realidad tan tenaz que estamos viviendo. Muchos, nos preciamos de no escuchar noticias en la radio y menos, los noticieros de televisión. Aunque no podemos negarlo fuimos -. algunos lo somos todavía -. adictos a la radio. Pertenecimos a la “cultura del transistor”. Fue nuestro amigo y compañero, hasta le adaptamos pilas grandes a los transistores normales. Era nuestro despertador, nos acompañaba al desayuno, daba la hora, informaba. Nosotros conocimos muchas cosas por la radio, antes que nos las enseñaran en la escuela. Para nosotros eso fue prodigioso.
Teníamos en Armenia muchas emisoras. La primera emisora de la ciudad nació en 1935, la Voz de Armenia, que se escuchó en toda la región quindiana. La voz del Comercio, Pregones del Quindío, Radio Ciudad Milagro, Radio Estrella, Transmisora Quindío, la Voz de Calarcá, Radio Reloj y una emisora de Pereira muy escuchada entre nosotros, la Voz Amiga. Y con las emisoras aparecieron los periodistas radiales y los locutores con gran influencia y trascendencia regional y nacional.
Recordamos, conocimos, convivimos, discutimos, nos distanciamos, les retiramos la confianza, no le volvimos a hablar, y otra vez fuimos amigos distantes, o enemigos íntimos, con la condición que se nos olvidan muchos, a Ricardo Tobón Quintero, Celedonio Martínez Acevedo, considerado una víctima de la cruda violencia partidista de la época; Guillermo Piedrahíta, Arcesio Chica Suárez, Octavio Franco, Germán Gutiérrez Peláez, periodista deportivo con su programa “Tribuna del deporte”, quien libró las más enconadas batallas en defensa del deporte aficionado, y llegaron a vetarle la entrada al estadio San José y entonces se fue a transmitir partidos aficionados a la cancha de los hermanos, con enorme sintonía, “Bigotes” le decían. Orlando Mejía Mesa, Jesús Danilo Ortiz, Henry Pineda Rodríguez y su recordado programa Habla Armenia, Francisco Arango Quintero. Aldemar Rojas Martínez, Ernesto Acero Cadena, Alfonso Osorio Vásquez, Alfonso Arango Velásquez, Miguel Ángel y Germán Rojas Arias, Adriana Londoño, Cecilia Latorre, Gustavo Rico, Oscar Bedoya, Leonel Dávila Marín, Luis Carlos Ramírez – Comanche – Gustavo González Gómez, Álvaro Hoyos Cardona, Nelson Sabogal Vásquez, Oscar Ritoré, Julián Parra, Octavio Ospina Pérez, Tulio Parra hincapié, Oscar Arango, Wilson Rúa Bedoya. Medardo Garay González.
Y con mención especial y en letras mayúsculas, el siempre recordado y bien ponderado Jorge Eliecer Orozco Dávila, quien llegó a ocupar altas dignidades a nivel nacional, en una prestigiosa cadena de radio. Dotado de una voz prodigiosa.
Las emisoras, locutores y periodistas de esa época tenían mucha influencia en nosotros. Nos reuníamos en familia a oír los programas radiales, claro, antes de la televisión, las radionovelas, los programas de concurso, la Hora Philips, “tarde o temprano su radio será un Phillips” Sentaban catedra, eran admirados, una audiencia fiel. Programas como “Mañanitas Quindianas” de Radio Ciudad Milagro con Wilson Rúa Bedoya, y su concurso de música campesina que se escuchaba en toda la galería de Armenia y todo el campesinado quindiano. La radio era un medio de comunicación, enviábamos mensajes a través de sus ondas, “dígale a don Antonio que baje las bestias a la carretera”, avísele a Juan de la muerte de su señora madre, o del nacimiento del hijo. Este medio fue primo hermano del telégrafo y del Marconi. “mañana llego esa besos” – sin coma porque la cobraban – o las más famosa de todas, “papi querido año perdido” y también la famosa respuesta, “hijo del alma pela la nalga”.
Durante el terremoto la radio fue fundamental, importantísima. Y salvó vidas. En el kit de supervivencia se incluye un radio, con la linterna y el pito. Durante la pandemia ya el radio ocupó un lugar relegado, porque existe la televisión, el celular y las redes sociales, pero nosotros seguimos con nuestro radio despertador, en la mesa de noche. –porque todavía tenemos mesa de noche -.
Hoy estimado contertulio del séptimo piso, la radio también cambió sustancialmente. Escasamente nos queda Transmisora Quindío, las demás son filiales de las grandes cadenas radiales, o son a su vez una gran cadena radial. En su mayoría son musicales con escasos programas de noticias y deportivos. O través del celular, o lo más moderno el streaming, “tecnología que permite ver y oír contenidos que se transmiten desde internet u otra red sin tener que descargar previamente los datos al dispositivo desde el que se visualiza y oye el archivo”. Y eso son palabras mayores para nosotros.
Esto ha creado una nueva cultura, porque los programas radiales de noticias se basan en comentarios y opiniones sobre los sucesos, que crean un modo de pensar y sentir adocenado, basado en los criterios expresados por los comentaristas o analistas contratados y de acuerdo con la cadena radial de su preferencia. Es una radio comprometida que crea oyentes hipotecados al pensar de los señores del panel o de la mesa de trabajo, como dicen ahora. Y lo más diciente, es que, en las conversaciones, esas son las opiniones o criterios que expresan los distinguidos colombianos y colombianas. O los ningunos y las ningunas.