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“HAY QUE AYUDARLE A LOS QUE TIENEN”

8 diciembre 2020 9:23 pm
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Por: ÁLVARO MEJÍA MEJÍA

Cuando María Eugenia Ramírez se enteró de que sufría una enfermedad terminal habló con sus hijos y les dijo que su última voluntad era dejarle sus bienes a los que estaban mal económicamente. Así piensa la gran mayoría de personas. Están convencidas de que esa es la mejor manera de ayudar a los suyos.

Sin embargo, la vida nos muestra casos que parecen contrariar esta aparente lógica. En cierta oportunidad don Diego Londoño, en un tono personal, me confesaba su tristeza, porque la fortuna de su padre la habían dilapidado sus hermanos. Ese tipo de ejemplos abundan en la vida diaria. Hermanos levantados en un mismo ambiente, con igualdad de oportunidades, terminan emprendiendo caminos diferentes y tomando decisiones que les trazan destinos disímiles. Ve uno en esas familias numerosas a exitosos empresarios y profesionales que son útiles a la sociedad, pero también a otros llevando una vida opacada.

En un principio, pensaba que la fórmula emotiva de Clara Eugenia Ramírez tenía una alta dosis de sabiduría, hasta el día en que don Segundo Gonzalo Ortiz, un santandereano de principios férreos, en una charla me expresó, en tono tajante, su pensamiento: “hay que ayudarle a los que tienen.” La frase me dejó sorprendió, y apenas pude preguntarle: “Don Segundo, ¿usted qué quiere decir con esa expresión? De manera inmediata, y con gran seguridad, me explicó: “alguna vez le doné unos bienes a un hermano que estaba mal económicamente. Con ese gesto creí haberle ayudado, y de paso exonerarme de esa responsabilidad. Estaba equivocado. Rápidamente dilapidó lo dado y vino de nuevo a implorar mi ayuda. Ahora con mis hijos voy a hacer lo contrario, repartiré en vida mis bienes a aquellos que estén mejor. Ellos sabrán cuidarlos y multiplicarlos, y de paso socorrerán a los otros. Si hiciera lo contrario, pasaría igual que con mi hermano, los más pobres acabarían con todo, y después tocarían las puertas de los otros en busca de apoyo.” Con el tiempo pude comprobar que don Segundo tenía toda la razón al ver muchos casos similares.

Ese pensamiento lo encontramos en la Biblia. A pesar de la enseñanza amorosa de la parábola del hijo pródigo, no se puede negar que el padre se equivocó al entregarle anticipadamente la herencia a su irresponsable e inmaduro vástago. Ocurrió aquello que me comentó don Segundo, este se gastó todo y, cuando se vio pobre, retornó a pedir el apoyo de su padre. Claro que después de una situación de esas, nadie de buen corazón, es capaz de cerrarle la puerta al necesitado, máxime si es consanguíneo. Sin embargo, si el padre hubiese practicado la lección de don Segundo, con seguridad los bienes se habrían acrecentado y también, a largo plazo, la suerte del pródigo.

Edgardo Reyes afirma: “Clarísimo está que Dios repartió en este mundo los bienes intelectuales, morales y materiales, según la capacidad que cada uno tiene de usar de estos, en función del bien común.”

En la parábola de los talentos Jesús al hablar del reino de los cielos relató que un hombre que salía de viaje a tierras lejanas llamó a los servidores de confianza y les encargó sus bienes. A uno le dio cinco talentos, a otro dos y a un tercero uno, a cada uno conforme a su capacidad, y luego se marchó.

El que había recibido cinco talentos fue y negoció con ellos, y ganó otros cinco talentos. Asimismo, el que había recibido dos, ganó también otros dos. Pero el que había recibido uno fue y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor. Después de mucho tiempo vino el señor de aquellos siervos, y arregló cuentas con ellos. Al de los cinco talentos, que los duplicó, le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. Al de los dos talentos, que los duplicó, le dijo las mismas palabras. Pero llegando también el que había recibido un talento, dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste. Por lo cual, tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra. Aquí tienes lo que es tuyo. Respondiendo su señor, le dijo: Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí. Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses. Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos. Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes.

Edgardo Reyes agrega: “a quien poco se le dio, poco se le exigió. Pero si aún ese poco no lo cumple, será para él "las tinieblas". El infierno es en el Evangelio, el castigo inexorable para quién teniendo la posibilidad no invierte; para quién teniendo la aptitud, no usa de ella; para quien, siendo pobre, porque poco se le ha dado, no utiliza lo poco que tiene en bien de los demás.” (tomado de la página web: http//www.copamex.org.mx).

La pobreza y la riqueza tienen doble cara. El rico generalmente se deja deslumbrar por lo material y se desvía del camino correcto. Por eso dijo Jesús que “… es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre al Reino de los Cielos.” Y también expresó: “Nadie puede servir a dos señores, pues, o bien, aborreciendo al uno, amará al otro, o bien, adhiriéndose al uno, menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a la riqueza.” Por su parte, la pobreza material, muchas veces viene con pobreza moral y mental. Muchos se dejan llevar por la abulia, la pereza, el miedo, la parvedad. Por eso, cada cual será juzgado de acuerdo con lo que se le ha dado.

Talento no es el dinero, sino todos esos dones que recibimos al nacer y que debemos multiplicar para servir y amar a los demás. Muchas veces creemos haber recibido poco, cuando en verdad tenemos valores maravillosos que no hemos descubierto, y mucho menos multiplicado. En el cuento El gato con botas, que mi madre me contaba con mucha gracia en la infancia, que data del año 1.500, cuando fue recopilado por Giovanni Francesco Straparola en su novela Las noches agradables, y en 1697 por Charles Perrault en su libro Cuentos de Mamá Ganso como El gato maestro, el hijo menor del molinero creyó haber sido castigado al recibir por herencia un gato, cuando sus otros 2 hermanos fueron favorecidos con bienes que le aseguraban su subsistencia. Pues, no resultó ser así, porque ese gato con su ingenio le abrió las puertas del éxito.

Debemos descubrir nuestros talentos, pocos o muchos, sin compararlos con los que tienen los demás, porque cada uno debe responder por lo que le fue dado. Y teniendo claro cuáles son esos talentos hacer nuestro mejor esfuerzo para multiplicarlos y ponerlos al servicio de los otros. Ese es el reino de los cielos.

Aunque, de manera apresurada, parezca más razonable darle al que no tiene, la vida nos muestra ejemplos que contrarían esa regla. No en vano esa frase bíblica encierra toda una enseñanza: “… al que tiene se le dará y le sobrará, pero el que tiene poco, se le quitará aún eso poco que tiene.”

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