EL JUICIO A LOS DEMÁS

15 diciembre 2020 11:14 pm

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Por: Álvaro Mejía Mejía

Jean de La Bruyére escribió: “Debido a que prestamos demasiada atención a los defectos de los demás, morimos sin haber tenido tiempo de conocer los nuestros.”. Para santa Teresa de Lisieux “la caridad perfecta consiste en soportar los defectos de los demás. En no escandalizarse de sus debilidades”.

Jesucristo nos enseñó a mirar la viga en el ojo propio, antes que la paja en el ojo ajeno. Para defender a la adúltera les dijo a los acusadores: “El que esté libre de pecado que tire la primera piedra.” Esa es una realidad que nos recuerda nuestra fragilidad humana.

Alberto Cortés por su parte canta: “Nos creemos pilotos del andar de los demás, seres pluscuamperfectos con respecto a los demás, pero olvidamos que somos los demás de los demás, que llevamos el lobo como todos los demás…” Y también con sabiduría nos dice que “el honesto y el perverso son dueños por igual del universo, aunque tengan distinto parecer.” Si aceptamos eso, posiblemente, seremos más tolerantes y respetuosos de la diferencia.

Los yoguis piensan que la mejor actitud no es condenar ni absolver a nuestros semejantes. Antes que juzgarlos sería mejor tratar de entenderlos. Cuando nos ponemos en los zapatos del otro podemos ver las cosas de otra forma y, así, ser más justos a la hora de sopesar las acciones ajenas. Dios soporta con paciencia nuestras fallas, porque conoce nuestra condición, se acuerda de que somos polvo (cf. Sal 103).

Por eso, en el juicio debemos ser blandos con los demás. No olvidemos lo que dicen las sagradas escrituras: “Con la vara que midáis seréis medidos.” Tolstoi, nos da una fórmula eficaz: “Trata de no esconder los recuerdos vergonzosos de tus pecados en rincones oscuros. Al contrario, mantenlos cerca de ti y recuérdalos, antes de juzgar al prójimo.”

Todos hemos caído en la tentación de juzgar a los demás, y en ese ejercicio terminamos creando historias que no necesariamente son ciertas. Pensemos en un estudiante que siempre llega tarde al colegio. Con seguridad diremos que se trata de una persona irresponsable, lenta y perezosa. Difícilmente, se nos ocurrirá considerar que llega tarde, porque debe atender a su madre enferma.

David Fishman nos plantea: “El tamaño del ego de una persona se puede medir en la forma que maneja los errores que cometen los demás” En cierta forma, cuando vemos el error ajeno se acrecienta nuestro ego, por eso es común escuchar frases como: yo hago bien las cosas, pero los demás no; eso lo está haciendo otra persona que no tiene mi experiencia e idoneidad; ese no sabe para donde va; si estuviera en mis manos otro gallo cantaría. Por el otro lado, aparecen personas que dicen: si supieran por las que estoy pasando.

La frase de Jesús “no juzguen y no serán juzgados” resulta muy difícil de aplicar, porque tenemos una predisposición a hacerlo. A veces, incluso caemos en la trivialidad. Un estudio publicado en Trend in Cognitives Sciences afirma que los ciudadanos valoran las intenciones de una persona y le atribuyen una determinada personalidad o carácter, basándose en gran medida en los rasgos de su cara. En aspectos como estos basamos muchas veces nuestras decisiones.

El psicólogo español Jonathan García-Allen recomienda tener en cuenta 10 cosas antes de juzgar a los demás: piensa antes de actuar; adopta una actitud de compasión y de “no juzgar; nadie es perfecto; recuerda que no todos somos iguales; siéntete bien contigo mismo; ábrete a los demás; piensa que las apariencias engañan; recuerda que juzgar puede hacer daño; no siempre tienes la razón.

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