LA CREACIÓN DEL MUNDO VISTA DESDE EL ARTE

16 febrero 2021 10:29 pm

Compartir:

Por: ÁLVARO MEJÍA MEJÍA

Sobre el génesis siempre he tenido dos reflexiones: la primera es que allí nació el control de calidad, veamos: “Dijo Dios: “Haya luz”, y hubo luz. Y vio Dios ser buena la luz…” “… hizo Dios el firmamento (…) Y vio Dios ser bueno. “Dijo luego: “júntense en un lugar las aguas de debajo de los cielos y aparezca lo seco. (…) Y vio Dios ser bueno.” Y esto lo hizo con cada cosa que creó. A pesar de que se trataba del mismísimo Dios, ser omnisciente, se tomó el trabajo de mirar que lo que hacía estaba bien.

La segunda reflexión es que el arte de la creación también es un proceso que se desarrolla paso a paso. Ni siquiera Dios, que todo lo puede, creó el universo en un segundo, como podría ser lo lógico. Se tomó siete días para dejar lista su obra.

Desde el punto de vista teológico el Génesis trae dos versiones sobre la creación del hombre y la mujer. En el capítulo 1, versículo 27 se dice: “Y creó Dios al hombre a imagen y semejanza suya, a imagen de Dios lo creó y los creó macho y hembra.” En el versículo 31 dijo: “Y vio Dios ser muy bueno cuanto había hecho…” En el capítulo 2, versículo 7 se dice: “Formó Yavé Dios al hombre del polvo de la tierra, y le inspiró en el rostro aliento de vida, y fue así el hombre ser animado.” En el versículo 18 se dice: “Y se dijo Yavé Dios: “no es bueno que el hombre esté solo, voy a hacerle una ayuda semejante a él.” En los versículos 21 y 22 se lee: “Hizo, pues, Yavé Dios caer sobre el hombre un profundo sopor; y dormido, tomó una de sus costillas, cerrando en su lugar con carne. Y de la costilla que del hombre tomara formó Yavé Dios a la mujer, y se la presentó al hombre.”

Se trata de dos narraciones distintas de la creación. La primera tiene como interés resaltar el día de descanso, que para el cristiano se debe destinar al culto. Se descansa y contempla la creación. La segunda muestra el pecado original. Si bien el hombre decide el rumbo de sus actos aparecen agentes externos que lo influyen o motivan. El demonio o ángel caído utiliza diversos métodos para tentarnos y lograr la victoria del mal.

La mujer sale de una costilla de hombre, es decir, de un lugar cercano al corazón. Simbólicamente de sus sentimientos. Por eso, ella tiene un fácil dominio sobre el compañero. Su fortaleza está en los afectos. Al fin y al cabo, ella es carne de su carne, hueso de sus huesos. Salió de sus entrañas y tiene la capacidad de incitarlo y hacerlo caer.

En el primer capítulo Dios, omnipotente, crea simultáneamente hombre y mujer. Y lo hace, de una vez, usando sus poderes divinos. En la segunda versión aparece un Dios alfarero que crea al hombre del polvo de la tierra y le inspira en el rostro aliento de vida. La mujer sale de una costilla del hombre. Más allá de la simbología que aparece en el relato, el acto de la creación es arte, inspiración…

El Dios, alfarero, vio que era “muy bueno”. Se extasía con su obra de arte. Pero aparece un elemento adicional: en el capítulo 1, versículo 26, cuando se habla de la creación del hombre, se dice: Díjose entonces Dios: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y a nuestra semejanza… Cuando expresa “hagamos” involucra a Padre, Hijo y Espíritu Santo. La criatura que creó la hizo semejante a la unidad. A esa trinidad que esconde el misterio de la Divinidad.

Si traemos esa mirada a la poesía y al arte en general, desde el tiempo de los ditirambos hasta nuestros días aquella se ha construido con figuras literarias y líricas. Sin embargo, una verdadera poesía no debería adornar el mundo que pretende describir, sino crear uno nuevo donde los sonidos miren, los ojos escuchen, los olores palpen. Eso implica una labor de alfarería. En cierta forma, esa creación artística es el aliento de vida que Dios le dio al hombre.

No podemos olvidar que el Creador nos hizo semejantes a él y, más que eso, a la trinidad. Somos su obra cumbre. Por eso se complació admirándola y declarando que le había quedado más que bien.

El artista y el inventor no solo están cerca de Dios cuando ponen sobre el material toda la fuerza de su mente y espíritu, sino que también, y fundamentalmente, hacen uso de los poderes omnipotentes que recibieron de la Divina Providencia. De ahí la enseñanza de la parábola de los talentos. Los hombres podemos esconderlos en la tierra, dilapidarlos o multiplicarlos.

¿Cuántos pasan por la vida sin descubrir que estaban hechos a imagen y semejanza de Dios? Otros, por el contrario, hacen uso de ese poder en bien de la humanidad.

Esta es la gran noticia: ¡Somos capaces de todo! ¡Podemos lograr lo que nos propongamos! El único límite es nuestra capacidad de soñar y la dosis de decisión que le pongamos a nuestras ideas.

El Quindiano le recomienda