Por: Álvaro Mejía Mejía
La campaña para la alcaldía de Armenia tuvo como lema ‘El alcalde ciudadano’, el cual daba cuenta del carácter civilista de César Hoyos Salazar.
En las reuniones populares solía decir que le iba a dar unas vacaciones a los politiqueros, porque su gobierno sería austero, responsable y técnico, lo que efectivamente ocurrió.
Si bien, llamó a personas que hacían parte de los partidos y movimientos que lo apoyaron, en especial los de Ancízar López y Silvio Ceballos, exigió que sus más cercanos colaboradores tuvieran un alto perfil profesional y ético.
Comprometió a un hombre cívico, el odontólogo Camilo Cano Restrepo, para que le hiciera la segunda en la administración. Este personaje, durante años, ha trabajado para brindarle a los niños de las familias más pobres una navidad feliz con el programa Juanito, y fue quien más lo alentó para que aspirara al primer cargo político de la ciudad.
Recibió César Hoyos una administración en quiebra y sin credibilidad. Los bancos no querían otorgarle créditos al municipio de Armenia, se le debía a muchas personas naturales y jurídicas por bienes, obras o servicios suministrados o prestados a la alcaldía.
Nombró tesorero municipal a Carlos Hurtado, un ciudadano egregio, con la ética y experiencia necesarias, para superar esa clase de situaciones financieras. Al final, los resultados fueron más que satisfactorios. Las finanzas del municipio se sanearon, se pagaron las deudas y se recuperó la credibilidad perdida.
Recuerdo que el secretario de Obras fue sorprendido por el propio alcalde Hoyos Salazar en actos de indelicadeza, por lo que públicamente, este lo destituyó de manera fulminante. Lo mismo hizo con otros dos funcionarios de su gabinete. No toleró ningún acto contrario a la ley o a la moralidad administrativa de parte de sus colaboradores.
Tuve la oportunidad de hacer parte de ese gabinete, como gerente de la Empresa de Desarrollo Urbano de Armenia y de la Lotería Extraordinaria del Centenario.
Puedo comentar, por consiguiente, la siguiente anécdota: al ver que la situación financiera de esa empresa era inviable, me di a la tarea de ambientar la necesidad de transformar a la EDUA en el Fondo Municipal de Vivienda de Interés Social. Permanentemente, daba declaraciones en los medios de comunicación, presentando esa propuesta.
El alcalde César Hoyos me llamó a su despacho y me preguntó, por qué razón yo estaba planteando ese tema, el cual, en principio, no le sonaba, porque, seguramente, Alba Stella Buitrago sería la nueva alcaldesa, y se sabía que ella había obtenido poder político por planes de vivienda muy cuestionados por esa época.
Yo le respondí – alcalde, las ciudades crecen, y una parte de ellas lo hacen desordenadamente. Las personas que carecen de techo se ubican en la periferia y levantan sus ranchos, lo que obliga a las administraciones a extender los servicios públicos esenciales y los propios de la modernidad. Otros, se ubican en zonas de alto riesgo. Por último, le dije – recuerde que Facundo Cabral dice “(…) la manzana en manos de quien no sabe, puede ser una bomba”, pero yo agrego, señor alcalde, “pero, sigue siendo manzana”. La frase lo impactó tanto, que me dijo – “Álvaro adelante con la idea”.
Así fue como presentamos el proyecto de acuerdo, transformando la EDUA en el Fondo Municipal de Vivienda. El Concejo no aprobó la transformación, sino que creó la nueva entidad municipal y dejó la EDUA como estaba, es decir, como una empresa industrial y comercial del municipio de Armenia.
Al final de su mandato, el doctor César me envió una carta, en donde me agradecía por la gestión realizada y resaltaba la creación del Fondo Municipal de Vivienda de Interés Social de Armenia.
Se recuerda mucho, que César Hoyos devolvía el dinero que le sobraba de los viáticos, cuando salía de la ciudad a realizar gestiones oficiales. Particularmente, fui testigo de que el alcalde devolvió unas botellas de “whisky“, que le obsequió un empresario en navidad.
Después de cumplir su período como alcalde, el gerente de la Federación Nacional de Cafeteros de la época, doctor Jorge Cárdenas Gutiérrez, le ofreció la gerencia jurídica de ese organismo, cargo que ocupó durante varios años, el cual también había sido ejercido en el pasado otro quindiano ilustre, su gran amigo y socio político en los comienzos del Nuevo Liberalismo, el doctor Jorge Arango Mejía.
De allí, saldría para ser consejero de Estado, específicamente, como integrante de la Sala de Consulta y Servicio de esa Corporación, la que, además, presidió con acierto y prudencia.
Termino este artículo con unas palabras que me envió el magistrado Diego Buitrago Flórez, mi compañero de pupitre en la universidad La Gran Colombia, a quien César Hoyos impulsó y motivó, al ver en él gran talento como profesional y humanista: “Fue un aquilatado jurista al que le debo mucho y, lo más importante, que me inició “con pie derecho” en el ejercicio profesional. Nunca dejaré de reconocer que marcó para mi bien mi carrera como abogado”.
Debo adherirme a esas palabras del doctor Buitrago, César Hoyos me designó como miembro de la academia de jurisprudencia, cuando solo era un estudiante, me dio el primer empleo, prologó mi primer libro.
Ahora, un hombre de sus virtudes y valores está al lado del Eterno, enviándonos su luz de conocimiento y verdad. Parafraseando al poeta Villafañe, y para conservar el buen humor de nuestro maestro y amigo: ¡adiós jurista, por allá te caigo!