Armando Rodríguez Jaramillo
Siempre me ha gustado ir a museos. Al principio me sentía avasallado cuando escuchaba conversaciones sobre arte, pues por mi escaso conocimiento no comprendía lo que algunos doctos en la materia decían acerca de las pinturas y esculturas que tenían ante sí. Pero, poco a poco, con el tiempo, dejé de lado tales prevenciones y me dediqué a disfrutar lo que observaba sin dejar que me agobiaran los nombres de los maestros, las técnicas y las tendencias, así como los materiales, la estética y los estilos.
Estos recuerdos vinieron a la mente cuando supe de la muerte de Fernando Botero Angulo (1932, Medellín; 2023, Mónaco), sin duda el más reconocido pintor y escultor colombiano de la historia al que llamaron el «colombiano universal». Varias la veces, al caminar por el barrio La Candelaria en Bogotá. terminé en el Museo Botero del Banco de la República, institución que recibió en el año 2000 una colección de arte de 208 piezas donadas por el Maestro Botero, 85 de ellas hicieron parte de su colección privada. Esta manifestación de filantropía ha permitido que muchos colombianos tengan la oportunidad de admirar gratuitamente las obras más importantes del arte moderno y de uno de los artistas más reconocidos del país.
Luego, cuando mis hijos se radicaron en Medellín para adelantar sus estudios universitarios, visité la Sala Fernando Botero del Museo de Antioquia que empezó a recibir donaciones de pinturas y esculturas del artista en 1975 con diferentes temas desde la historia del arte, la abundancia del trópico, la iconografía religiosa y su visión de la cotidianidad y de la historia del país. Y como si fuera poco, cerca de allí, en la Plaza Botero, en los exteriores del Museo, hay un variado grupo de esculturas de estilo monumental sobre el espacio público.
Pero no solo fueron estas dos ciudades, también en la plaza Santo Domingo de Cartagena se encuentra la Gorda Gertrudis y en parque San Pio de Bucaramanga está la Mujer de Pie Desanuda, esculturas donadas por el autor a estas ciudades en fechas especiales, como también se hay obras de Botero en ciudades como Nueva York, Londres, Madrid, Barcelona y Buenos Aires.
Estas donaciones del Maestro, y otras similares, me hizo pensar que Armenia podría tener exposiciones permanentes en museos, parques y plazas, pues si otras ciudades las tenían, ¿por qué nosotros no podíamos intentarlo? Esto me llevó a escribir, dos años antes del cincuentenario de creación del departamento del Quindío, una columna titulada Cultura para el cincuentenario del Quindío (13 de agosto de 2014), en la que proponía aprovechar esta fecha especial para que, entre la gobernación, alcaldía, congresistas, gremios, empresarios, y líderes culturales y cívicos, en conjunto con los quindianos allende las fronteras, nos propusiéramos conseguir donaciones de pinturas y esculturas de reconocidos autores. Si bien esta propuesta no tuvo eco, quiero compartir, nueve años después, apartes del artículo citado:
«El desarrollo de los pueblos […] se valora en grado sumo por la forma en la que la sociedad se apropia del arte y la cultura, expresados en la pintura, la escultura y la arquitectura, o en la danza, la música y la literatura.
Por esto es por lo que no existe un mejor pretexto que el cincuentenario para transformar al Departamento en epicentro del arte. Bien podría la Junta Cívica del Cincuentenario convocar al Museo de Arte Moderno del Quindío, Museo del Oro Quimbaya e Instituto de Bellas Artes, amén de las colonias de quindianos en Bogotá y otras partes, para que en conjunto se pongan en la tarea de gestionar con artistas y museos su vinculación a la bodas de oro del Quindío a través de la donación de obras de autores colombianos, para que tengamos una muestra de lo mejor del arte nacional junto con lo más selecto de nuestros los artistas.
Hagamos contacto con David Manzur, Fernando Botero, María Paz Jaramillo y Darío Rojas entre otros, trayéndolos para que le donen a la ciudad una de sus obras. Tramitemos ante el Museo Nacional, Museo de Arte Moderno de Bogotá, Museo de Arte del Banco de la República, Museo de Antioquia y otros de su género, la donación de pinturas o esculturas que tengan en sus inventarios, y que no exhiban, de personajes como Enrique Grau, Alejandro Obregón, Guillermo Wiedemann, Francisco Cano, Edgar Negret, Eduardo Ramírez Villamizar, Antonio Zuluaga, Gustavo Arcila Uribe, Omar Rayo, Rodrigo Arenas Betancourt, Débora Arango, Luis Caballero y Lucy Tejada.
Esta propuesta permitiría a la juventud de los doce municipios del Quindío entrar en contacto con el arte, ora en museos, ora en espacios públicos (¿se imaginan una gorda de Botero en una de nuestras plazas?), estimulando la creatividad y la cultura como expresión más sublime del hombre e incentivando a jóvenes talentosos en el cultivo de las artes. Esto tendría resultados positivos en el comportamiento ciudadano y se convertiría de paso en un atractivo para el turismo regional.
Hagamos lo que tengamos que hacer e innovemos haciendo de Armenia una ciudad cultural con exposiciones de pinturas y esculturas, y con espacios para otras expresiones como la danza, la música, el teatro y la literatura. Estoy seguro de que este sería, sin lugar a equívoco, el propósito más sublime e imperecedero del cincuentenario con el poder de transformar la sociedad en forma radical.
“La cultura engendra progreso y sin ella no cabe exigir de los pueblos ninguna conducta moral”, dijo sabiamente el político, pensador y escritor mexicano José Vasconcelos».
Hoy pienso que esta propuesta se podría complementar con pintores y escultores quindianos que también aporten algunas de sus obras a la ciudad.
Armando Rodríguez Jaramillo
Correo: [email protected] / X: @ArmandoQuindio / www.quindiopolis.co