Por Jhon Fáber Quintero Olaya
La soledad en las calles de las ciudades y pueblos es algo cotidiano en estos tiempos. Ese aislamiento natural y obligatorio del último año fue reemplazado esta semana por voluminosas manifestaciones ciudadanas en rechazo a una reforma tributaria totalmente inconveniente. La mal llamada “Ley de Solidaridad Sostenible” fue el propósito que unió a diferentes sectores sociales y productivos para demostrar que la protesta es una valiosa herramienta de la democracia. Sin embargo, la última palabra sobre esta materia la tiene el Congreso, quien ya tiene una clara orientación del Constituyente Primario.
Las razones de las marchas se comparten plenamente por quien escribe estas líneas, pero hubo un motivo que se sintió más poderoso para no salir a la plaza pública. Las Unidades de Cuidado Intensivo de las principales ciudades del País se encuentran en alerta roja por un contagio masivo de una tercera ola del Sars-Cov-2. En Antioquia, el Gobernador Encargado anunció desde el 18 de abril que su Departamento entraba en “triaje ético”.
Este pequeño anuncio describe un fenómeno de extrema gravedad. El “triaje ético” se presenta cuando existe un volumen de enfermos que excede la capacidad del sistema de salud. Un escenario propio de una guerra o de un desastre natural es una realidad en Colombia y los médicos deben privilegiar una vida sobre otra al compás de ciertas reglas científicas. En otras palabras, el personal de la salud debe renunciar a salvar determinadas personas cuando se presentan algunas circunstancias, a pesar de tener un aliento de existencia. Este triaje es una fuerte decisión en la que materialmente se decide quien puede seguir luchando entre nosotros de las bondades de este plano terrenal y aquel ciudadano que debe ser privado de esta prerrogativa. ¿Se imaginan el impacto psicológico de esta situación para un profesional de la salud fatigado por esta mortal lucha?
Los médicos no tienen la culpa de la reforma tributaria, los problemas sociales o económicos del País. Por el contrario, son los héroes que durante más de un año han salvado miles de vidas y visto perder muchas otras por esta mortal pandemia. Esos soldados de la existencia son los damnificados del aumento de los contagios que surgen de temporadas vacacionales o de aglomeraciones ciudadanas como las de la actual semana. No es el Gobierno quien directamente atiende a las personas enfermas, sino quienes diariamente permanecen en clínicas y hospitales. Ellos fueron los que motivaron mi prudencia o cobardía en este interregno de inconformismo.
La coyuntura que se describe no puede ser equiparada al “día sin IVA” u otros episodios de la historia reciente, por cuanto es en el mes de abril de 2021 donde los porcentajes de ocupación de Unidades de Cuidado Intensivo más han crecido. El año pasado también convivíamos con el mortal virus, pero la infraestructura clínica soportaba estoicamente las imprudentes determinaciones que otrora se impulsaron desde el Ejecutivo. La realidad de hoy es diferente y la responsabilidad del autocuidado es un gesto solidario con quienes batallan cotidianamente para que otros seres humanos puedan cuestionar las políticas públicas hoy ampliamente debatidas.
A protestar virtualmente por la vida, a ejercer un control crítico de la gestión gubernamental por correo electrónico o redes sociales porque nuestro cuidado personal es la protección de todos y un gesto de apoyo con quienes hoy deben soportar la carga emocional que representa el “triaje ético”. Estas también son razones que requieren de la manifestación de todos.