HISTORIAS DE UNA REALIDAD ANORMAL

6 agosto 2021 11:02 pm

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Por Jhon Fáber Quintero Olaya

Este año sin duda parece más atípico que el anterior. Las nuevas variantes del mortal virus que nos tiene usando mascarilla pone a pruebas las vacunas que en corto tiempo produjo la ciencia para salvar vidas. Las eternas filas por gasolina y la falta de alimentos en los supermercados de los diferentes Municipios del País de alimentos era equivalente a los reclamos de transportadores en las vías nacionales. Los estudiantes reclamaban un mejor futuro y las Universidades se volvieron hoteles de los marchantes, quienes encontraron en estos bienes públicos una forma de expresar su ira.

Vivimos tiempos anormales. El fantasma en el Centro Administrativo Municipal de Armenia, bastante violento, es tan fuerte como los temores de los líderes sociales o la hambruna y la pobreza. Esos fantasmas también nos agobian desde hace mucho tiempo y parecieran conectar el más allá con el más acá, pero buscando el mismo anhelo: un futuro mejor.

Los problemas de migración son cada vez más difíciles de afrontar y las peleas con los países vecinos hacen de la convivencia fronteriza un verdadero caos. La estratificación de la vacunación y la adaptación de la economía evocan películas apocalípticas. Eso sin contar los problemas climáticos en los que ya no se sabe, ni siquiera en grado de probabilidad, cuando hace frío o calor. Se debe andar permanente con la sombrilla y gafas de sol.

Las llantas en medio de las protestas se volvieron medios de obstrucción vial y no un logro de la humanidad que facilita el tránsito. Estos bienes los carros (o camiones) no se estallan por cuenta de su uso y falta de mantenimiento, sino por decisiones de personas inconformes con el sistema. No es cosa de películas como Matríx. Son situaciones de la vida real.

Enfrentar cada uno de estos fantasmas implica la solidaridad y la atención de todos. En Armenia, Quindío todos los medios de comunicación hablaron esta semana del lastimoso encuentro de un funcionario de una empresa de seguridad con la experiencia paranormal, pero con el mismo grado de concentración debemos volcar nuestros ojos en la construcción de una mejor sociedad. De cada uno de nosotros depende matar estos fantasmas como el cambio climático, el efecto invernadero o el cierre de empresas y negocios.

Una mejor cobertura en servicios públicos, vías en optimas condiciones y un retorno tranquilo a parques, cafés, restaurantes y estadios son acciones que emanan de un proyecto colectivo. No puede ser que el reencuentro social sea para golpearnos por un color de una camiseta y por no entender la posición del otro. Son completamente respetables las creencias y convicciones de cada ciudadano, pero también son exigibles que ciertos parámetros de conducta se adopten individualmente para poder garantizar una vida en sociedad.

La solución a estos problemas de una realidad anormal depende de nosotros mismos porque el encuentro con seres no identificados es un evento que carece del control humano. La esperanza del mañana siempre inicia con la acción del presente.

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